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Argentina 2023: otra crisis mejor no

Argentina 2023: otra crisis mejor no

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Directorio del FMI aprueba segunda revisión del programa con Argentina, permite desembolso por 3,800 millones de dólares

Una profunda insatisfacción de una amplia mayoría de la sociedad con el estado de las cosas (el “status quo”) lleva a veces a apoyar cambios drásticos de orientación en la organización de la economía, como los que vivió la Argentina hacia fines de los 80 luego de la hiperinflación.

Pero no existe nada mecánico en este proceso, más si no está motivado y mediado por una crisis. En cambio, una hipótesis alternativa es que a fines de 2023 no va a emerger un poder político suficientemente fuerte que lleve adelante una reforma de las instituciones políticas y económicas, tal que cause un big-bang estabilizador como a comienzos de los 90.

El equilibrio político-social no va a estar en condiciones de ofrecer tal cambio, porque no vamos a una crisis terminal en lo económico y porque (tal como ocurrió en 2019 con el macrismo) va a existir un apoyo bastante grande hacia el kirchnerismo. Dado esto, los problemas económicos van a continuar en el actual grado de precariedad, y la herencia va a volver a ser pesada. En ausencia de un giro político-económico drástico, se plantean varios problemas de contexto e implementación para poder encarar una estabilización.

El más difícil es el de cambiar la actual estructura de precios relativos de desequilibrio, empezando por el tipo de cambio y las tarifas, que no implique un sobreajuste que deteriore el salario real y las condiciones sociales. Es enfrentar el trilema clásico de hoy, y de siempre entre precios relativos, distribución y equilibrio fiscal-monetario.

Pero la batalla central va a estar en la resolución de las dominancias fiscal y cuasi fiscal o financiera. Ambas deben abordarse dentro del diseño de un programa de estabilización creíble y son dos problemas vinculados, pero distintos. La dominancia fiscal implica operar sobre flujos (gasto e ingresos) pero la cuasi fiscal depende de stocks (deuda) y de la tasa de interés, la cual a su vez se interrelaciona con el régimen monetario y cambiario. Y depende además de las expectativas de cómo se va a resolver, de modo de evitar creencias de default que lleven a burbujas o corridas. Todo esto tiene que ocurrir después de un ajuste cambiario y en el marco de un resultado primario no financiero equilibrado.

El tema del ajuste fiscal no financiero por la vía del gasto y que implica mucho más que la reducción de los subsidios a la energía, no va a ser para nada fácil. Una frondosa literatura, que parece haberse olvidado, enseña que el resultado fiscal no sale de un repollo, sino que es producto de la interacción de instituciones fiscales, formales e informales. El estado de situación actual no luce para nada bien.

Estamos plagados de restricciones blandas (soft-budget) que son un conjunto amplio de ventanillas fiscales producto de una increíble descentralización y fragmentación presupuestaria, con una colección de fondos fiduciarios y operaciones de organismos descentralizados que escapan el control presupuestario, como lo señaló el informe PIMA del FMI en su última revisión de la Argentina. El corolario de esta situación es que no es cuestión de nombrar a un Ministro de Economía y a un equipo y empoderarlos de la boca para afuera.

El contexto institucional de la democracia argentina indica que no van a tener poder en estas circunstancias, por más que se diga lo que se diga. Existen grupos muy diversos (mucho más allá de las organizaciones sociales) que van a buscar bloquear un programa de reformas, y el equipo de turno que lo quiera llevar adelante se va a deprimir rápidamente, en especial cuando vea al sector privado mirar para otro lado o peor aún oponerse.

Pero como las reformas tienen que venir, guste o no, se requiere pensar mejor la estrategia organizativa para sobrevivir, o no morir demasiado rápido, en el intento. Antes que empezar por los detalles, por más que algunos sean cruciales, se debe adoptar una visión angular, bajo un liderazgo y una coordinación bien definidos. El equipo humano va a tener que ser mucho más abarcativo y numeroso que en el pasado, integrado también con “jugadores a préstamo” de los organismos internacionales, menos expuestos que los locales.

El equipo debería tener 4 columnas y evitar que exista una “quinta columna” activa, que normalmente la arma el mismo poder político convocante. La columna frontal, de comando y control, es el Ministro de Economía y su Secretaria de Hacienda, que son los que van a centralizar las decisiones y van a estar en manejo de una parte muy significativa del sector público. La segunda pata firme va a tener que estar en el BCRA y la secretaria de Finanzas, que no pueden estar sueltos o separados de Economía en esta etapa de transición.

La tercera se trata tal vez del grupo más numeroso y diverso y abarca a toda la economía real sectorial, política comercial interna y externa y que agrupa a entes regulatorios, desregulación y competencia y se expande en varios ministerios como producción e infraestructura. La cuarta, también fundamental, tiene que ser la propia (o propio) presidente de la cámara de diputados, que tiene que ser parte integral del equipo económico y desde donde se coordinan las leyes y reformas.

Dada la actual fragilidad macro financiera resulta tentador para muchos suponer, o dar por hecho, que una crisis macro en 2023 va a resolver los ajustes requeridos en 2024 y que los mismos van a llover de arriba a partir de esquemas de reformas drásticas. El riesgo de hacer esto no es solo equivocarse en predecir algo que no va a ocurrir, es decir el “fracaso del fatalismo”.

El problema es que no va a permitir prepararse para la alternativa. No digo que no tenga valor pensar una reformulación base cero de la política económica. Digo que si no hay espacio entonces las instituciones económicas y políticas actualmente vigentes en el país van a transformar en expresiones de deseo a esas propuestas. Moraleja: debe pensarse de modo complementario en cuál va a ser la organización que haga sostenible algo que sea lo más parecido a un cambio de régimen macroeconómico sostenible bajo la configuración institucional disponible.

Decir esto ahora, un año antes, no es prematuro. Hay que prepararse porque es muy posible que se tenga que jugar el partido armando mucho de la estrategia y los detalles en el vestuario, antes de salir a la cancha. Por lo menos tengamos, con suficiente antelación, un equipo humano bien coordinado y con suficiente visión angular para enfrentar ese contexto y que no tenga que salir ahora a explicar cada detalle de un árbol de decisiones demasiado contingente a un futuro contexto incierto.

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