The perks of being hija única en un mundo posmoderno
Lo mejor de ser hija única no es tener el control casi todo el tiempo dentro de las cuatro paredes de tu casa ni sentir que todos deben rendirte tributo cuando tu Narciso interior lo reclama. Lo verdaderamente increíble de todo esto es cuando sales al mundo exterior y te das cuenta que todo este tiempo has vivido en un castillo de hielo que se derrite con la primera llamarada de realidad.
A veces he llegado a sentirme como la Reina de corazones de Alicia en el país de las maravillas, pues podría decapitar a cualquiera que ose llevarme la contraria. Aunque supongo no todos los hijos únicos son como yo mera. Malcriado es el adjetivo perfecto para describirme.
Crecer en un entorno permisivo y algo protector porque era la ‘chiquita’ de la familia hizo que siempre eligiera lo más conveniente para mí. Hasta cuando crecí y gané dinero, en muy pocas ocasiones me di cuenta de que formaba parte de un entorno y debía apoyar económicamente más en casa porque evidentemente todo lo quería para mí.
Lo que les estoy contando también tiene fundamentos científicos, pues de acuerdo con la revista clínica Brain Imaging and Behavior los cerebros de los hijos únicos poseen cambios en su estructura cerebral.
La evidencia neurológica, basada en los resultados realizados a 303 jóvenes chinos, arrojó que el lóbulo parietal asociado con la percepción y procesamiento del lenguaje es más grande en los hijos únicos. Por lo que, pueden ser más flexibles en su forma de pensar.
Los hijos únicos también presentan un menor volumen en algunas áreas de la corteza prefrontal, relacionada con las emociones, lo que los hace menos amables, además de ser sobreatendidos por los padres, pues ‘existe una correlación entre el ambiente familiar y el desarrollo estructural del cerebro’.
Sin embargo, no puedo justificarme con la ciencia ni tampoco echarle la culpa a mi familia. La decisión de hacer y decir nunca es ajena a menos que te hayan puesto una pistola en la cabeza, pero no es mi caso.
Cuando la gente te conoce y sabe que eres hijo único, suspira y dice que le hubiera gustado estar en tu lugar, no tener que compartir o pelear con sus hermanos. Perdónalos, Padre, no saben lo que dicen porque yo hubiera deseado todo lo contrario. Que alguien me enseñara a compartir todo lo que tengo, a respetar los deseos ajenos y a no creer ilusamente que puedo tener el control de las cosas.
Si alguna madre lee este pequeño texto, me gustaría instarlas a poner límites a sus pequeños, sean o no hijos únicos. Así como a no darles todo lo que les pidan porque a la larga, el comportamiento y las creencias adquiridos no les beneficiarán al enfrentar la realidad en la que todos nos reducimos a nada y los berrinches y los dramas quitan más tiempo del que deberían. Quizá ya lo saben, pero no está de más repetirlo.
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