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Turcos y sirios, como Moderna y Sputnik

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De Ucrania, a AMLO le interesa la inflación

Siria y Turquía son dos ramas de árboles diferentes, pero unidos por un terremoto.

Tal parece que la discriminación política que observamos a través de las vacunas contra la covid-19 de origen chino, ruso y estadounidense, se vuelve a presentar ahora en Turquía y Siria, cuando el contador de muertos avanza minuto a minuto.

Ni siquiera en las tragedias se disipan los dogmas: tal pareciera que la vida de un ciudadano turco tiene un valor superior a la de un sirio.

Turquía es arropado por Occidente y a Siria se le desprecia. Rusia e Irán le dan la mano a Siria, pero ven con desconfianza a Erdogan. El presidente Joe Biden ofrece a Turquía el apoyo que necesite.

Siria lleva 12 años sufriendo terremotos sociales. Una guerra civil ha desplazado o expulsado a la mitad de su población. En efecto, de sus 23 millones de habitantes han abandonado sus casas cerca de 12 millones. Entre 2011 y 2021 han muerto 306,887 civiles a consecuencia de la guerra. Su presidente, el dictador Bachar el Assad, se ha atornillado a la silla desde el día en que un joven tunecino se quemó a lo bonzo como protesta por haber sido despojado de su puesto ambulante de frutas. Iniciaba la Primavera Árabe.

Turquía no es gobernado por un demócrata. El autócrata Recep Tayyip Erdogan ha roto con los equilibrios de poder de su país para gozar inmunidad familiar frente a actos de corrupción; ha eliminado la libertad de expresión; ha declarado la guerra a los kurdos, sean o no miembros del PKK; y está poniendo de rodillas a Suecia y Finlandia al mostrarles la llave de ingreso a la OTAN.

“Siria sigue siendo una zona oscura, desde un punto de vista legal y diplomático”, comenta Marc Schakal, responsable del programa centrado en Siria de Médicos Sin Fronteras (MSF), instando a enviar ayuda “lo antes posible” (agencia AFP).

El embajador sirio en la ONU, Bassam Sabbagh, pidió ayuda al exterior, pero puso una condición: que esta asistencia sea distribuida desde el interior del país, bajo control gubernamental. La situación del país no está para poner condiciones.

Por lo que toca a México, el Gobierno de AMLO no le ha pedido la renuncia a Isabel Arvide por un escatológico tuit con el que se lava las manos frente a una petición que le hizo un grupo de topos. “No soy la instancia”, respondió la burócrata cuyo principal rasgo frente al terremoto es la indolencia.

El precandidato presidencial Marcelo Ebrard, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha colocado en su cuenta de Twitter una colección de fotografías de perros que viajan a Turquía.

Así las cosas que un terremoto también desploma.

@faustopretelin

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