Svante Pääbo gana Premio Nobel de Medicina y logra dar visibilidad a la paleogenómica
Este lunes, la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo anunció que el Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2022 se decidió para el biólogo sueco Svante Pääbo, “por sus descubrimientos sobre los genomas de los homínidos extintos y la evolución humana”.
Desde 1997 es director del Departamento de Genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania. Es hijo del bioquímico Sune Karl Bergström, también ganador del Premio Nobel de Fisiología o Medicina, pero en 1982, por su trabajo sobre las prostaglandinas.
Pääbo, a decir de la página del Premio Nobel, “ha logrado algo aparentemente imposible: secuenciar el genoma del neandertal, un pariente extinto de los humanos actuales y descubrir que se había producido una transferencia de genes de estos homínidos ahora extintos al Homo sapiens tras la migración fuera de África hace unos 70,000 años. Este antiguo flujo de genes a los humanos actuales tiene relevancia fisiológica hoy en día, por ejemplo, afectando la forma en que nuestro sistema inmunológico reacciona a las infecciones”.
Por este trabajo, el ahora galardonado es pionero de la formación de una disciplina científica completamente nueva: la paleogenómica. Toda vez que con sus hallazgos se ha establecido una base para explorar lo que nos hace únicamente humanos.
Una gran sorpresa totalmente justificada
Para el doctor Rafael Montiel, investigador de la Unidad de Genómica Avanzada (UGA-Langebio) del Cinvestav, este premio es una gran sorpresa, pero totalmente justificada. “Durante mucho tiempo quienes nos dedicamos a esto nos preguntábamos si a Svante Pääbo le podían dar un premio Nobel porque el tema que estaba trabajando no se asocia tanto con este galardón”.
Explica que se tenían algunos componentes evolutivos y otros muy técnicos, por eso parecía que lo merecía, pero que no entraba en el ámbito de los premios Nobel. “Este anuncio es la respuesta a esa pregunta”.
Montiel comparte que esta área tuvo sus inicios en los años 80, cuando empiezan a salir los primeros artículos relevantes. Aunque se trata de un área relativamente joven, tiene gran importancia, sobre todo con el enfoque que le ha dado Svante Pääbo, “porque nos ayuda a entender a la humanidad desde distintos aspectos”.
La idea central del trabajo de Pääbo es pensar qué nos hace distintos a los humanos de las otras especies. Con la secuenciación del genoma neandertal, supimos que son muy similares a nosotros, sin embargo tenemos diferencias que definitivamente fueron cruciales para el éxito evolutivo, porque en determinados ambientes respondieron de forma distinta. “Para cualquier biólogo evolutivo poder retroceder en el tiempo y ver cómo fue procediendo la evolución en tiempo real es fascinante y sin duda fantástico”.
La Paleogenómica en México
El también investigador principal del laboratorio especializado de Paleogenómica en el Langebio, dijo a El Economista que el interés por esta área en el país surgió casi a la par que en el mundo. Hay antecedentes con la doctora Rocío Vargas Sanders, quien desde 1989 publicó un artículo sobre la recuperación de ADN de hueso, inspirada por los trabajos de Pääbo y más investigadores, también el trabajo de la doctora Lourdes Muñoz ha sido importante.
Más tarde en Irapuato surgió el interés de poner un laboratorio de ADN antiguo y fue Montiel quien presentó la propuesta con la idea de crear un espacio con los más altos estándares de calidad, pues esta área del conocimiento atravesó por muchas etapas de duda por problemas de contaminación del ADN antiguo con ADN moderno para las muestras “Justo Pääbo y otros colaboradores establecieron lineamientos muy precisos de cómo se tenía que trabajar en esta área”.
Hoy este laboratorio aplica la técnica para distintos problemas, por ejemplo, en colaboración con la doctora Linda R. Manzanilla, se trabaja con una colección de muestras de un sitio arqueológico denominado Xalla, en Teotihuacan, esta zona se postula como una sede del gobierno. “A la fecha los gobernantes de la zona no aparecen en representaciones pictóricas ni escultóricas, prácticamente no se sabe de ellos, pero de este sitio pudieran desprenderse respuestas como quiénes pudieron haber sido los gobernantes, qué características tenían y el tipo de organización”. Esto es fundamental porque es una de las ciudades más importantes de Mesoamérica y donde se dan los inicios de gobiernos corporativos, así se pueden entender desde cuestiones biológicas, genómicas, hasta cuestiones sociales.
En México existen algunos otros espacios dedicados a esta área, por ejemplo, el laboratorio de la doctora María Ávila, en Juriquilla, Querétaro. También en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM se trabaja el ADN antiguo con las doctoras Blanca Gonzales y Ana Julia Aguirre, entre otras iniciativas que trabajan en el tema.
Rafael Montiel concluye que hay muchos avances en muchas áreas, pero uno de los principales que nos puede conmover como seres humanos es el entendimiento de lo que somos y derivado de ello entender aspectos biomédicos para cuando las cosas fallan. Él espera que este premio dé un impulso importante al mundo y en particular a México, que haya recursos, pues es un campo científico costoso, pero con mucho potencial. “En la medida que haya financiamiento para los espacios adecuados, en México hay mucho que investigar a través de la paleogenómica”.
En entrevista minutos después de darse el fallo desde el Instituto Karolinska de Estocolmo, Svante Pääbo, residente en Alemania, explica que sus estudios confirman que “estamos tan estrechamente relacionados (con los primeros homínidos) que contribuyeron de manera bastante directa, hace 50 o 60 mil años, al ADN de los antepasados de la mayoría de las personas hoy en día”.
Compartió que esto comprueba que “hace unas 1,400 generaciones había otras formas de humanos alrededor y se mezclaron con nuestros ancestros y han contribuido a lo que somos hoy”.
“A veces pienso que es interesante pensar si los neandertales hubieran sobrevivido otros 40 mil años, ¿cómo nos influiría eso? ¿Veríamos un racismo aún peor contra los neandertales? Porque eran realmente diferentes a nosotros ¿O asimilaríamos nuestro lugar en el mundo de los vivos de una manera bastante diferente en cuanto a que tendríamos otras formas de humanos allí afuera, muy parecidos a nosotros, pero aún diferentes? No haríamos esa distinción tan clara entre animales y humanos que hacemos hoy”, se cuestiona Svante Pääbo.