Cabotaje y competencia paraestatal: ¿cuántas aerolíneas sobrevivirán?
Interjet está quebrado y Aeromar arrastra pasivos multimillonarios. Quedan Volaris, Aeroméxico y Viva Aerobus. Las tres han tenido un 2022 de recuperación, pero todo parece indicar que vienen tiempos muy complicados. Tendrán un nuevo competidor, el Ejército que usará la marca Mexicana y contará con fondos públicos. Además, está en el aire la posibilidad de que se permita el cabotaje y, con ello, la entrada de competidores gigantes al territorio mexicano.
Con el cabotaje una aerolínea extranjera que, por ejemplo, vuela de Los Ángeles a Guadalajara podría vender boletos de la capital jalisciense a la Ciudad de México o Cancún. Estaría en condiciones de ofrecer precios mucho más bajos y reducir drásticamente los ingresos de las empresas que normalmente atienden esos destinos. En el corto plazo habría más oferta de vuelos y asientos para los consumidores. Precios más bajos.
¿Cuál es el problema? La situación no es sostenible. Los problemas aparecerían en el mediano y largo plazo. El cabotaje pondría a competir a las aerolíneas mexicanas con compañías mucho más grandes y con estructuras de costos más eficientes. El final es predecible: el triunfo del pequeño David sobre el gigante Goliath es tan excepcional que por eso está en la Biblia. En el tema que no ocupa, lo más probable es que las más grandes se queden con el mercado y los consumidores mexicanos terminen con menos opciones. Esa es una de las razones por las que muchos países no permiten el cabotaje: distinguen entre los beneficios del corto plazo y los riesgos y problemas para el largo plazo.
¿Está tomada la decisión de permitir el cabotaje? No al 100%. Si escuchamos con cuidado el mensaje de López Obrador del lunes en Campeche, el presidente lo presenta como una alternativa que sigue evaluando, aunque goza de su simpatía. Hay que decir que en el ánimo de AMLO pesa también la posibilidad de que la puesta en marcha del cabotaje permitiría incrementar las operaciones en el Aeropuerto Felipe Ángeles, con la entrada en escena de aerolíneas de prestigio que ahora no están ahí. Al parecer, esto ha sido planteado por algunas aerolíneas extranjeras, cuando se les cuestiona sobre qué necesitarían para utilizar el AIFA.
¿Estamos hablando de salvar el AIFA, a costa de quebrar una o dos aerolíneas? Es una manera de plantear las cosas en blanco y negro. Es verdad que el Presidente ha pasado corajes con las aerolíneas mexicanas por su resistencia a usar más intensamente el aeropuerto de Santa Lucía, pero no hay que perder de vista que lo más importante para el “éxito” del Felipe Ángeles es que se concluyan las obras de infraestructura vial que permitan llegar con facilidad y rapidez desde la ciudad de México y algunas zonas de Hidalgo o el Edomex.
De la vulnerabilidad de las aerolíneas, hay que enfatizar que los problemas no empezarían con el cabotaje, aunque sí se agravarían sustancialmente. Recordar el golpazo que significó la pandemia para el sector aéreo. Dejó en evidencia los problemas que llevaron a Interjet a la quiebra y puso a Aeromar en terapia intensiva. Aeroméxico estuvo en Chapter 11 y salió de él, con mucho menor tamaño. Es verdad que 2022 ha sido un año de recuperación, pero para algunas aerolíneas los buenos números de este año no alcanzan a compensar la sangría que representaron el 2020 y 2021.
La CANAERO y algunos gremios del sector aéreo han comenzado a elevar la voz para alertar de los riesgos del cabotaje, pero han guardado silencio sobre la entrada de las Fuerzas Armadas como competidor. Se trata de un silencio estratégico, podemos suponer, en primer lugar, porque se sabe muy poco de cómo funcionaría Mexicana en manos de militares. ¿Cuál sería su modelo de negocios? En contra tienen la inexperiencia y las ineficiencias relacionadas con la historia de nuestras paraestatales. A su favor tendrán el uso de recursos públicos, entre ellos subsidios y ventajas regulatorias.
Tendremos un nuevo ecosistema, mucho más retador, ¿cuántas aerolíneas sobrevivirán? ¿Cuánto tiempo aguantará el rival más débil? ¿Cómo quedarán los consumidores mexicanos, al final?