¿Hasta dónde llegará Netanyahu?
Tras la celebración de cinco elecciones consecutivas en el espacio de cuatro años finalmente se rompió el “punto muerto” en la política israelí. En diciembre, el incombustible Benjamín Netanyahu volvió al poder formando una coalición con los líderes de los partidos de extrema derecha. La nueva administración está comprometida con un conjunto de ideas radicales en política exterior, la cuestión palestina y, de manera especialmente significativa, los derechos civiles y la vida democrática de Israel. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Netanyahu con sus inclinaciones autoritarias y celo ideológico? Para algunos críticos, el reinstalado primer ministro reforzará estas tendencias, ya presentes en sus pasadas administraciones, con medidas como el incremento de disposiciones discriminatorias contra los no judíos, la eliminación definitiva de las negociaciones para una solución de “dos estados” en el conflicto israelí-palestino, la disminución de los controles internos sobre el poder del Ejecutivo y el acoso contra disidentes y activistas de derechos humanos.
Netanyahu ha sido un gobernante extraordinariamente polémico. Su liderazgo se caracteriza por una polarizadora retórica populista y por acusaciones por corrupción, descalificadas por éste como intentos de “persecución política” y obra de un supuesto “Estado profundo”. Cuando abandonó el gobierno tras las elecciones de 2021muchos asumieron el final de su carrera, pero se equivocaron. Hoy vuelve al gobierno con una inusitada mayoría de 64 sobre un total de120 escaños en el Parlamento Israelí (Knesset) y con la novedad de incluir en su coalición, junto con los partidos religiosos tradicionales, al partido ultranacionalista Sionismo Religioso. Esta organización postuló en la campaña electoral planes radicales para restringir el Poder Judicial. Y no perdieron el tiempo. La semana pasada se comenzó a discutir en el Knesset una iniciativa para establecer un control político casi total sobre los nombramientos judiciales. También con la nueva ley bastaría con una mayoría parlamentaria simple para revocar los fallos de la Corte Suprema dirigidos a anular legislaciones consideradas violatorias de los derechos civiles. Estos cambios eliminarían los pocos obstáculos aun restantes para legalizar los asentamientos judíos en Cisjordania y limitarían el acceso de los ciudadanos a la posibilidad de hacer reclamos en contra de actitudes arbitrarias del Estado.
Los partidos religiosos en la coalición también procuran garantizar un mayor control sobre la vida pública reforzando la presencia ultraortodoxa sobre las regulaciones kosher en las instituciones públicas, saboteando cualquier intento de expandir el transporte público y el entretenimiento los días sábado, y conservando intacta la autoridad de los rabinos en el derecho de familia (por ejemplo, instaurando el matrimonio civil). Asimismo, expresan regularmente puntos de vista rabiosamente antiárabes y entre sus legisladores hay una serie de homófobos declarados. Por todas estas razones cunde la preocupación entre los sectores laicos y democráticos de la sociedad israelí, los cuales temen ver a su país ingresar en una era definida por la tiranía de la mayoría de derecha en la política y de la minoría ortodoxa en la sociedad.