Ahora leyendo
La Cultura de la Paz, Presidente de Todos los Mexicanos

La Cultura de la Paz, Presidente de Todos los Mexicanos

Avatar
La Cultura de la Paz, Seguridad Pública y Fuerzas Armadas

Protesto guardar y hacer guardar la Constitución

Juramento Presidencial (Art. 87 Constitucional)

El 1º de diciembre de 2018, luego de ganar las elecciones utilizando nuestro sistema democrático en un proceso limpio administrado por el INE, el presidente protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución y que desempeñaría leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo le había conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, y que si así no lo hiciere que la Nación se lo demande. A lo largo de su mandato ha faltado a ese juramento en varias oportunidades, como lo demuestran las presentaciones de iniciativas de ley que le han aprobado sus leales legisladores a pesar de ser violatorias a la Constitución como es el caso del paquete legislativo que conforman el “plan B” para desmantelar al INE.

La idea de que los mexicanos somos apáticos e indiferentes se disipó una vez más el pasado domingo, cuando cerca de quinientos mil ciudadanos acudimos a la Plaza de la Constitución y calles aledañas, además de otros cientos de miles de ciudadanos que también se manifestaron en más de cien ciudades del país, Estados Unidos y Europa para expresar el rechazo del llamado “plan B” del mandatario, que pretende descuartizar al INE y –sobre todo- para alentar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a que lo elimine.

Confiamos en que las actuales disposiciones que regulan los órganos y los procedimientos electorales continúen su vigencia y se evite que el actual gobierno, su partido y sus legisladores se apropien del sistema electoral, como lo han intentado desde fines del año pasado. Se trata de defender el respeto al voto y a la democracia.

Semanas antes, fiel a su estilo de gobernar, el mandatario se dedicó a lanzar descalificaciones sin tregua y para todos y cada uno de quienes acudirían a las manifestaciones, pues al creerse el centro de la Nación, consideró que era una protesta dirigida a su persona, cuando en realidad fueron manifestaciones civilizadas y pacíficas en las que se expresaron mensajes de aliento para los ministros integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ante la anhelada posibilidad de que ministros de la Corte invaliden las reformas que conforman el “plan B”, el presidente también denosta y descalifica a los máximos juzgadores.

En sus apariciones cotidianas que realiza por las mañanas, que según algunos cálculos nos han costado más de 10 millones de pesos cada año, y en cualquier otra oportunidad, se dedica a menospreciar la realidad además de ofender, denostar, difamar y descalificar a quienes difieren de su forma de pensar, de gobernar, a quienes reprueban sus ocurrencias y medidas que lastiman las instituciones nacionales y que sólo se han traducido en destrucción, violencia y pobreza a nivel nacional.

El mandatario hace alarde de su abultado vocabulario para insultar a padres de niños con cáncer; madres que piden guarderías para sus hijos; pacientes que no consiguen atención médica o medicamentos; feministas; víctimas de violencia; científicos; integrantes de la clase media y a quienes convocaron a las concentraciones en defensa del INE. Según el inquilino de Palacio Nacional son “corruptos, mapaches electorales y además pertenecieron al narcoestado”. Como de costumbre, sus paleros con cargo público y de su movimiento hicieron suyas esas descalificaciones.

Evidentemente al mandatario molesta y asusta que la sociedad se agrupe para enfrentar a la llamada cuarta transformación

A 19 meses de que concluya la actual administración, la tan cacareada trasformación que se ofreció sólo se ha significado por ser una democracia disfuncional con un autoritarismo cada vez más descubierto; una creciente simulación; la falsificación de la voluntad ciudadana, así como un nocivo populismo, expresión de la corrupción política, al ser un instrumento para dividir a la sociedad; lo que ha sido posible por la manipulación del pueblo que decide sin información, muchas veces amenazado o por resentimiento, que recibe dádivas para comprar su voluntad en vez de oportunidades de desarrollo personal, de tal suerte que se ha degradado el poder y degenerado a la democracia.

Una de las características de los regímenes populistas es la destrucción y la satisfacción que causa a sus líderes y correligionarios, debilitando a las instituciones y al tejido social. Se dice que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, pero dudamos que los mexicanos nos merezcamos el que actualmente padecemos.

Actos como los del domingo muestran que una parte importante de la ciudadanía evitará transformarnos en una sociedad fallida.

Urge continuar sacudiéndonos la apatía, el desinterés y la deshumanización y demostrarnos –como ocurrió el domingo- que podemos estar unidos y fuertes, sobre todo en los próximos procesos electorales. No permitamos que nos venza el abstencionismo. Ya hemos dado los primeros pasos, no aflojemos el paso.

Hemos visto como, desde su condición de presidente electo y durante los más de cuatro años al frente de la Presidencia de la República, el inquilino de Palacio Nacional se ha dedicado a polarizar crecientemente a la sociedad, a lastimar la cultura de la paz y a incitar a sus seguidores a provocar a sus opositores. Parece que acaricia la posibilidad de pasar a un estadio de violencia a partir de la incitación que realiza desde Palacio Nacional.

La semana pasada el mandatario, como si sólo lo fuera de sus seguidores, pidió a sus huestes que frenen el crecimiento de lo que denomina bloque conservador. Ese mensaje es una prueba más de que carecemos de un presidente de todos los mexicanos. En los hechos, el mandatario se empeña en demostrar que no es servidor público de una buena parte de la población y olvida que es el burócrata de más alto rango del gobierno federal y que su sueldo, su manutención y los gastos de Palacio Nacional, los pagamos entre todos por lo que debe trabajar para todos, no sólo para sus huestes.

No podemos permitir que los avances logrados en la construcción de nuestra democracia se descuarticen con el “plan B”, por eso alentamos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a rechazarlo. Confiamos en los ministros, son nuestro último baluarte para salvaguardar nuestra democracia.

*El autor es abogado y mediador profesional.

[email protected]

Twitter: @Phmergoldd

Enlace a la fuente