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Pornografía en tiempos de COVID-19: así cambia la industria ante la pandemia

Pornografía en tiempos de COVID-19: así cambia la industria ante la pandemia

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El porno triunfa en consumo, pero…

 

La pornografía está teniendo una buena pandemia. Como industria, este mercado se ha adaptado a las exigencias de un mundo encerrado porque casi no ha cambiado: se mueve en línea, sus consumidores suelen aislarse de forma voluntaria para verlo y la mayoría de su contenido es gratis.

El mes pasado, Pornhub aumentó un 22 por ciento su tráfico de usuarios en comparación con marzo. Este solo es un ejemplo de lo que ocurre también en sitios más pequeños, cuya estructura debe adaptarse a nuevos modelos de negocio.

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Gene Munster, socio y gerente de Loup Ventures, señala que es complicado saber qué tan buen negocio es la pornografía, pero reconoce que, desde que inició la pandemia, el gasto en este servicio se ha duplicado en todo el mundo.

Pocas páginas pornográficas revelan sus ingresos, ya sea porque varias de ellas son propiedad privada o porque ninguna quiere manchar su imagen al aprovecharse de la soledad y otros males de sus seguidores.

Studio 20, una empresa con sede en Bucarest que transmite shows de modelos en línea, reconoce que sus ganancias han aumentado al mismo tiempo que la lucha matrimonial y las rupturas precipitadas por el confinamiento.

No obstante, las reglas de distanciamiento social están acelerando el cambio en la industria del porno. Las restricciones destinadas a frenar la propagación del coronavirus han detenido la filmación en la mayoría de las producciones.

Por ahora, los estudios están editando y lanzando material atrasado, pero esta solución está próxima a agotarse. Aunque el resultado no ha sido del todo favorable, varias compañías decidieron mandar cámaras profesionales y equipos de iluminación a actores que viven juntos para que puedan filmarse.

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A pesar de los esfuerzos realizados por corporaciones de renombre, los cierres patronales son particularmente alentadores para trabajadores independientes y empresas más pequeñas.

 

 

El negocio evoluciona y excluye a los grandes estudios

 

Los artistas excluyen cada vez más a los productores al filmarse con teléfonos inteligentes y subir su propio contenido a sitios que alojan redes sociales para adultos. En estas páginas, los seguidores pagan suscripciones, el portal toma un porcentaje (20 por ciento más o menos) y el actor se queda con el resto, creando así un sistema que elimina a los intermediarios.

La práctica se está poniendo de moda.  Ella Hughes, una estrella porno británica, asegura que ha dejado de actuar para los productores tradicionales porque ahora sus admiradores pagan trece dólares al mes para ver videos que ella misma graba y sube a OnlyFans.

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Hughes explica que algunos suscriptores pagan entre 40 y 500 dólares adicionales por material que solo ellos pueden ver. En un fin de semana reciente, la actriz de 24 años realizó diez de estas grabaciones privadas, cobrando tarifas más altas por pronunciar el nombre de un seguidor o por representar alguna fantasía.

Si bien los ingresos por interacción directa entre artistas y fanáticos han estado creciendo durante los últimos años, la pandemia de COVID-19 ha impulsado esta tendencia. Durante mucho tiempo, tres cuartas partes de las ganancias de los actores provenían de las compañías que los contrataban.

Luego de un trimestre dominado por interacciones directas, las proporciones ahora se invierten. De acuerdo con un ejecutivo de Private, una productora porno con sede en Barcelona, los artistas ven la realización de películas a nivel profesional como publicidad para atraer seguidores a sus cuentas premium.

El tráfico de estos sitios que ofrecen servicios exclusivos está aumentando, por lo que todo tipo de estrellas abre sus cuentas con la esperanza de reinventarse de manera exitosa en línea.

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En los próximos días, Berlin Strippers Collective, un grupo de bailarinas que trabajaba en centros nocturnos, filmará su primer espectáculo, realizando una mezcla de striptease clásico con lectura en voz alta de Hermann Hesse y Edgar Allan Poe. El costo de este show en línea será de quince euros al mes.

Para algunos artistas, esta transición a lo digital resultará complicada. Mia, estríper del colectivo berlinés, prevé una lucha, pues no puede promover la empresa a través de sus redes sociales habituales sin que su familia descubra a qué se dedica.

Edie, otro de los integrantes, señala que las imágenes en línea pueden copiarse y publicarse ilícitamente en otro medio con contenido desagradable, manchando así el objetivo de la asociación a la que pertenece.

 

¿Y qué pasa con la prostitución?

 

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En cuanto a la prostitución, es probable que los elementos de este gremio encuentren complicaciones en iniciar la conversión de clientes a experiencias analógicas digitales. El confinamiento en Francia ha provocado que un tercio de las más de 35 mil trabajadoras sexuales del país busque un sustento a través de transmisiones por cámara web.

Aunque falta la interacción física y todo lo que sea necesario para la satisfacción de un cliente, varias mujeres recién desempleadas y algunos hombres lo intentan. Désir-cam, un pequeño sitio que transmite a 3 mil 200 ‘azafatas eróticas’, cobra 50 euros por quince minutos de show privado.

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Esta página contrató a 128 mujeres en abril, más del triple de su estándar mensual. André O ‘ Bryan, su fundador, señala que los ingresos del mes pasado se duplicaron respecto a febrero. Una de las trabajadoras del portal explica que sus ganancias se han cuadriplicado durante la pandemia. Ahora, algunas de estas camgirls ganan hasta 12 mil euros al mes.

Con esta demanda, sitios como Chaturbate, MyFreeCams y Streamate ven en la transmisión de pornografía un negocio en crecimiento. Para contratar más talento, una compañía llamada BongaModels ofrece a sus artistas una comisión del 5 por ciento por cualquier persona que presenten para laborar en la empresa.

Pese a que la mayoría de las modelos realiza este trabajo desde casa, algunos estudios cuentan con dormitorios organizados para realizar transmisiones durante todo el día. Studio 20, de Rumania, habilitó varios de sus sets alrededor del mundo para que sus figuras se muden y lleven a cabo las funciones en línea.

Rachel Stuart, investigadora en trabajo sexual en la Universidad de Kent, cree que, por ingresos, los programas de cámaras web ya han eclipsado a las producciones de escenas tradicionales.

En Studio 20, las contrataciones han aumentado y la mitad de los nuevos artistas no tiene experiencia previa en dicho trabajo. El aprendizaje que deja la pandemia a esta industria apunta no solo a aumentar el consumo, sino también a expandir y diversificar la fuerza laboral.

 

Con información de The Economist, Capital y Gzero

Portada: Instagram @silvanasouza6999 y Freepik

Interiores: Extra, NotiTech, Instagram @lanarhoades y @hughesthatgurl