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Sin despensas y 60 pesos semanales: así es la cuarentena de empacadores voluntarios

Sin despensas y 60 pesos semanales: así es la cuarentena de empacadores voluntarios

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La cuarentena por la COVID-19 ha golpeado el bolsillo de miles de personas, pues algunos perdieron sus empleos o se encuentran aislados en casa recibiendo el salario mínimo, como le pasó a los empacadores voluntarios que solo están ganando 60 pesos semanales y aún no reciben las despensas prometidas por el DIF.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, el 14 por ciento de la población de México está formado por adultos mayores, de los cuales 4 millones viven en situación de pobreza, pero el 5.6 por ciento de ellos está pensionado por el IMSS, el ISSTEP, instituciones privadas, como Petróleos Mexicanos (PEMEX), u otros programas del gobierno.

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El programa 60 y más, instaurado desde 2001, es un proyecto que busca beneficiar a todos aquellos ancianitos que no tienen acceso a atención médica ni a una mensualidad porque no están adscritos a ninguna de las instituciones anteriormente mencionadas.

El programa se ha ido perfeccionando con la gestión de todos los funcionarios que han estado a cargo del mismo (Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera) y después de iniciar beneficiando a 250 mil abuelitos con 600 pesos, en 2020 se otorga un apoyo de 2 mil 600 pesos bimestrales a casi un millón de ancianos, según Capital México.

Sin embargo, aún hay un porcentaje de personas mayores considerable (aproximadamente 300 mil) en México que no recibe ningún apoyo para su manutención y atención médica.

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De acuerdo con información publicada por Reporte Índigo, cerca de 28 mil adultos mayores laboran como empacadores voluntarios reconocidos por Instituto Nacional de las Personas Mayores.

Al menos en Puebla, según un artículo de Reto diario, hay mil 60 personas laborando en distintos establecimientos, como Soriana, Gran Bodega y Chedraui, y la mitad de esta cifra cuenta con una pensión o apoyo del gobierno, lo que deja a los otro 530 desprotegidos ante una contingencia como la que estamos viviendo.

Como sabemos, los ancianos conforman esa parte vulnerable de la población mundial ante la COVID-19, por eso se estableció confinarlos a su casa de manera obligatoria, y no solo a ellos, todos debemos permanecer en cuarentena en el hogar, pero hay muchas personas que no pueden realizarla por diferentes circunstancias.

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Ante esta situación, el DIF decidió otorgar despensas y brindar atención médica a todos aquellos empacadores voluntarios que no tienen otra forma de ingresos más que ayudar a embolsar la despensa de los clientes de las diferentes tiendas de autoservicio.

Soriana, Chedraui y La Gran Bodega se unieron a una iniciativa económica que también busca beneficiar durante la cuarentena a los empacadores voluntarios a través de una donación, pues se seguirán recaudando las propinas para ellos y estas empresas doblarán la cantidad, pero aún existe incertidumbre sobre si es esa ayuda suficiente para ellos, por eso El Diario de Finanzas decidió indagar sobre el tema.

La realidad de los empacadores voluntarios durante la contingencia

Doña Rosa María Hernández, de 74 años, lleva siendo empacadora voluntaria desde hace 9 años; 3 en La Gran Bodega del Boulevard Norte y 6 en Soriana Capu en Puebla, Puebla. Esta mujer me arrulla con su voz al teléfono y me cuenta que en su juventud nunca tuvo que trabajar:

“A veces iba a ayudar en las casas, cuando me llamaban, pero muy pocas veces”.

Ella se casó con Gumaro, quien trabajaba como contratista, y algunas veces gozó de la atención médica que le otorgaba el seguro social, pero fue de manera eventual por la profesión de su marido. Sin embargo, hace más de 30 años que Rosa está sola, pues su compañero partió a causa de problemas en el hígado.

Doña Rosa está inscrita al programa 60 y más y recibe esporádicamente dinero de uno de sus hijos, quien radica en Estados Unidos, además de de las propinas que recauda al ser empacadora. De hecho, la abuelita nos contó que llega a juntar de 100 a 120 pesos en un solo día:

“Pero no a todos nos va tan bien, algunos compañeros, por ejemplo, se llevan solamente 40 pesos”.

Además de solo descansar una vez por semana y de estar parada durante cinco horas, doña Rosa tiene que jalar los carritos de la despensa que la gente deja las cajas y eso es lo que más les pesa a ella y a varias de sus compañeras:

“Me gusta ir a trabajar porque me siento más contenta, tranquila y útil, pero a todos los empacadores nos molesta que nos ponen a jalar muchos carros y eso para nosotros es pesado. Cada quien tiene que acomodar los carros de su caja y luego hasta te tocan cinco y a los hombres les cuesta menos, pero a nosotras no. Es muy pesado”.

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Cuando termina su jornada laboral, Rosa se va caminando a su casa porque es tarde y ya no hay camiones que la lleven, pero al menos se ahorra ese pasaje que sí paga para llegar a Soriana Capu.

Respecto a la COVID-19, doña Rosa aseguró que ‘no sabe en qué creer’:

“Estamos confundidos. No sé bien, hay varias cosas en qué pensar porque unos dicen una cosa y otros otra, unos se van a los extremos y dicen que hay mucho muerto, pero otros piensan que es falso. Por lo regular, como yo tengo un hijo en Estados Unidos, yo le digo que se cuide. Más que nada pedirle a Dios y él sea el que nos ayude y nos cuide si es que llega a hacerse más grande”.

De acuerdo con el testimonio de Rosa María, en Soriana Capu aún siguen esperando la despensa prometida por el DIF, pero lo que sí ya recibió junto con sus compañeros empacadores fue el primer pago semanal recaudado durante la cuarentena:

“Ahorita sí nos están ayudando en Soriana Capu. Juntan las propinas y la empresa pone la mitad. Al cumplir 8 días de no laborar, las jefas me llamaron por medio de las coordinadoras para que fuera a recibir su primer pago que fue de 630 pesos, los cuales dividieron entre todos los empacadores”.

Las despensas que he recibido del DIF traen lo básico (aceite, kilo de frijol, de arroz, sopas, café, avena), según la mujer de 74 años, pero tiene un año que no ha recibido nada de esta institución:

“La última vez hasta incluían una cobija, pero hace un año que no han dado nada los del DIF”.

Por otra parte, el gobierno mexicano ‘les adelantó dos meses del pago bimestral’, según Rosa:

“Nos dan 2 mil 600 el programa del gobierno federal y en esta ocasión nos dieron 5 mil 200 y orita me vendrían dando hasta julio. Por un lado, está bien porque no nos falta, pero tampoco lo regalan porque nos lo van a cobrar, pues solo lo están adelantando”.

A Rosa María le parece una buena decisión la que tomó Soriana y le gustaría que las empresas los continuaran ayudando, no solo por la cuarentena por la COVID-19:

“Yo no creí que me fueran a dar ni un peso porque todo lo que me daban era por parte de los clientes y le damos gracias a Dios de que Soriana esté poniendo de su parte a pesar de que no vamos a trabajar […] Las empresas deberían apoyarnos económicamente no solo por esta ocasión de la COVID-19 porque es un trabajo el que hacemos ahí y ojalá se les mueva el corazón a las personas para que nos puedan dar una ayudadita, aunque sea chiquita, pero una ayudada porque lo necesitamos”.

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El coronavirus no solo vino a desestabilizar la economía de doña Rosa y miles de ancianos, también se vio afectada su rutina, pues pasaron de la actividad al letargo:

“En lo personal no he visto a ninguna persona que tenga este virus ni en la tienda ni en ningún otro lado. A mí me ha afectado porque no salgo, ya no me dejan y esto me ha puesto un poco mal porque no me da aire y es que el trabajo que tenemos de empacadores es en cierta forma una medicina, un alivio”.

A pesar de lo frágil que pueda parecer doña Rosa, no tiene miedo a la muerte ni a la situación de contingencia de la que es más vulnerable que cualquier otro sector:

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“De alguna cosa me he de morir, pero lo lamento por mis nietos e hijos. Por mí no, porque uno se puede morir hasta de un tropezón. Económicamente tampoco me preocupa porque lo que se junta en Soriana nos lo reparten y tengo la pensión”.

Sin embargo, el caso de Rosa y el de los empacadores de la tienda Aurrerá, quienes aparecen en el video subido a Twitter, parecen afortunados comparados con el de otros cerillitos ancianos, como el de un señor que come gracias a las propinas que le dan en La Gran Bodega de Misiones de San Francisco (Puebla), además de pagar su renta.

Una cajera, quien prefirió el anonimato, dijo que varios de los empacadores voluntarios que trabajan en esa sucursal no tienen otra ayuda más que lo que reciben de propinas y que tienen que ayudar en su casa porque viven con sus hijos ‘de arrimados’, como muchos lo narran.

A pesar de que la empresa está poniendo la mitad de lo recaudado en propinas y se lo dan semanalmente a los cerillitos, la cantidad no representa ni la mitad de lo que gana la mayoría, pues aproximadamente entre todos los empacadores recaudan al día 800 pesos y ahora que no están, los clientes solo dejan 250 o 300 pesos por semana y, aunque la empresa ponga el doble, eso se lo tienen que repartir entre los ocho empacadores de piso.

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Es decir, cada uno se lleva 62 a la semana, lo que muchos empacadores se ganaban en un día.

Además, esta cajera reveló que uno de los abuelitos empacadores renta el lugar donde vive y que ‘gracias a Dios tiene el apoyo de 60 y más del gobierno mexicano, lo que le ayuda a pagar la vivienda donde está’, pero ‘no sabe cómo le hace para comer’.

Estas historias son solo una parte de los cientos de crudas realidades que viven los mexicanos por la cuarentena, pues en un país donde la pobreza abunda, ya que 87 millones subsisten con menos de 20 pesos al día, según cifras reveladas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), no podemos darnos el lujo de simplemente encerrarnos porque sí tenemos las posibilidades, ¿verdad señor Presidente?

Con información de Reporte Índigo, Capital México y Reto Diario.

Portada: Archivo CUARTOSCURO.

Interiores: Unsplash, Irving Sánchez y Twitter.