Con Trump, los republicanos pierden
La ausencia de la anticipada “ola roja” republicana en las elecciones intermedias de Estados Unidos puede ser el momento en que el partido finalmente se dé cuenta de que el expresidente Donald Trump es un lastre electoral. El éxito político duradero se basa en políticas sólidas y eficaces que mejoran la vida y las perspectivas económicas de los votantes
Washington D.C. – El partido republicano tuvo un mal desempeño en las elecciones intermedias estadounidenses de este año, y los candidatos más estrechamente vinculados con el expresidente Donald Trump fueron quienes peores resultados lograron. Tal vez con la ausencia de la “ola roja” prevista el partido finalmente entienda que Trump es un lastre electoral.
Las políticas económicas de Trump no fueron un factor significativo para el mal desempeño del partido, pero tampoco ayudaron. El estilo económico de Trump es un falso populismo que ofrece promesas vacías a la clase trabajadora, como si el enojo y la queja fueran sustitutos adecuados de las alzas salariales y las mejores oportunidades.
Durante su presidencia, Trump no cumplió con los trabajadores y hogares típicos. Sus recortes impositivos a las corporaciones, en 2017, presionaron al alza los salarios, porque aumentaron los incentivos a invertir en mejoras de la productividad… pero contrarrestó lo bueno de esos recortes con su destructiva guerra comercial, que redujo la inversión. Además, la guerra comercial redujo el empleo manufacturero. Ni siquiera ese grupo de votantes favorecido salió beneficiado.
Los trabajadores y hogares estadounidenses desean acceder a más y mejores oportunidades laborales, que baje el precio de los medicamentos, aumenten la eficiencia y la innovación en la atención sanitaria y que mejoren las escuelas. En lugar de eso Trump ofreció un grito populista y aprovechó el enojo y la angustia que surgieron del choque entre la caída a largo plazo del empleo manufacturero, la lenta recuperación de la crisis financiera del 2008 y la Gran Recesión, y los agravios culturales.
El partido republicano debió haber dado vuelta la página hace ya mucho tiempo. El éxito político duradero se basa en políticas sólidas y eficaces cuyos resultados económicos positivos son percibidos por el público. Los republicanos necesitan una agenda de políticas pos-Trump para el crecimiento y la participación.
Esa agenda debiera ser el vehículo para comunicar los compromisos tradicionales de los conservadores en términos económicos -con el sistema de libre empresa, la libertad individual, la responsabilidad personal y la oportunidad económica- además de ofrecer soluciones concretas a desafíos económicos reales.
Esto no significa revertir el foco que fijó el partido en la clase obrera durante la era de Trump, pero sí implica agregar algunas políticas reales a la retórica a favor de los trabajadores.
Esas políticas debieran incluir la expansión de los subsidios federales a la renta, como los créditos tributarios por ingresos laborales (que reducen la pobreza y aumentan el empleo, debido a que impulsan la rentabilidad financiera del trabajo). Con la introducción de reformas del lado de la oferta al sector comercial del cuidado de niños, los conservadores podrían reducir los precios y ampliar el acceso a los servicios. Así para los padres sería más fácil trabajar.
Se ha demostrado que los programas bien diseñados de capacitación de trabajadores -que combinan habilidades específicas para sus ocupaciones y el desarrollo de “habilidades suaves” y servicios integrales, como la capacitación en habilidades para la vida diaria y servicios de colocación y retención laboral- han generado aumentos sustanciales y duraderos de los ingresos. Para un partido favorable a los trabajadores, encontrar la forma de aumentar la escala de esos programas debiera ser una de las principales prioridades.
Un año académico más prolongado y más horas de clase por día ayudarían a contrarrestar los efectos devastadores de la pérdida de aprendizaje por la pandemia debido al cierre de escuelas y la enseñanza en línea. También haría que para los padres fuese más fácil ir a trabajar. Y sería protrabajadores: si se aumentan las habilidades de los alumnos actuales, los trabajadores del mañana serán más productivos y sus sueldos, mayores.
Hay margen en esta agenda para satisfacer el sentimiento populista y antielitista. El poder de los empleadores en los mercados laborales, las cláusulas de inhibición de la competencia en los contratos de empleo y las restricciones a las licencias ocupacionales favorecen a quienes ya cuentan con ellas y a las grandes empresas por sobre los trabajadores. Hay que debilitar esas barreras a las oportunidades.
Para apoyar el crecimiento económico, Estados Unidos necesita más trabajadores, incluso extranjeros. La gente razonable puede disentir sobre cuál es la cantidad adecuada de tarjetas verdes y visas de trabajo que el país debe emitir cada año, pero el nacionalismo trumpista demoniza a los inmigrantes y cuelga de la estatua de la libertad un cartel que dice “no se aceptan inmigrantes”. Esto reduce el atractivo de Estados Unidos como destino preferido para muchas de las personas más ambiciosas, tolerantes al riesgo y trabajadoras del mundo.
Más allá de las políticas específicas para los trabajadores, los conservadores deben apoyar una agenda que aliente la prosperidad a largo plazo. Esto no se debe centrar en los recortes al impuesto a la renta individual financiados con déficits, sino a una reforma impositiva neutral sobre los ingresos que aumentaría la eficiencia económica y reduciría el “gasto sombra”, como las deducciones de los intereses de hipotecas, que se da a través del código fiscal y beneficia desproporcionadamente a los hogares con altos ingresos.
Hay que extender las disposiciones de la ley impositiva de Trump del 2017 que están por vencer, para impulsar la productividad, los salarios y el crecimiento económico. Para fomentar la innovación y las nuevas invenciones que alienten una prosperidad duradera, los conservadores deben apoyar incentivos adicionales a la investigación y el desarrollo corporativos, y el apoyo federal a la investigación básica.
La política industrial, el proteccionismo y la obsesión por los empleos manufactureros no crearán los resultados necesarios para lograr victorias políticas duraderas. Más importante aún es que no nos llevarán a la prosperidad a largo plazo ni solucionarán los problemas inmediatos que enfrentan los trabajadores y los hogares.
Basta de muros. Basta de retórica y simbolismos insustanciales. Basta de nostalgia por un pasado imaginario. Los conservadores deben abrazar el crecimiento económico en vez de restar importancia a su significación. Deben fomentar la participación en la vida económica en vez de consentir una narrativa de victimización. Los conservadores deben ser optimistas sobre el futuro en vez de temerle.
El autor
Es director de Estudios de Política Económica en el American Enterprise Institute.
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