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Dueños de qué

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Dueños de qué

El tan cacaraqueado “plan B” de la reforma electoral ha resultado un desastre. Llegó como advertencia desde el poder, para tratar de saldar lo que era inaceptable de la reforma constitucional. En 16 horas cerca de 300 cuartillas, con reformas a 6 leyes en la materia y modificaciones a cerca de 200 artículos fueron leídas, dispensados todos los trámites legislativos -poniendo en riesgo su validez jurídica- y aprobados por la mayoría de Morena y sus aliados: el PT y el Verde Ecologista. Increíble la capacidad de lectura y de análisis de dichos diputados que además le dieron como premio a los partidos pequeños la posibilidad de usar remanentes de recursos públicos para tiempos electorales y la transferencia de votos si alguno de ellos no lograba el mínimo 3% de la votación para conservar su registro.

Con ello, el presidente intenta dar un manotazo en la mesa para tratar de imponer su voluntad y muestra la abyecta posición de los diputados de Morena con su líder. En cualquier congreso del mundo, la acción hubiera sido criticada y los diputados sometidos al repudio público por la falta de profesionalismo y seriedad en un asunto de esa importancia.

Además, con las reformas legales, suprimían la prohibición elemental de que el gobierno o sus integrantes pudieran hacer campaña a favor de ellos mismos o del candidato del gobierno en tiempos electorales que está expresamente prohibido en el artículo 134 constitucional, es decir de septiembre cuando inicia el proceso hasta el día de la elección en junio del 2024. En añadido redujeron los tiempos de campaña y recortaron al INE áreas de su administración y corrían de un plumazo al secretario ejecutivo del INE, que es electo por los consejeros, no por el congreso.

La reducción en los tiempos de campaña y eliminar las penas para funcionarios que hagan campaña, es tal vez lo más marrullero de la propuesta. Para efectos prácticos, dejan que las corcholatas, como han hecho desde hace unas semanas, sigan en precampaña y al resto de los posibles contendientes presidenciales les acortan los tiempos para confrontar al electorado. Como diría el clásico ¿y su nieve de que sabor la quieren? Esa medida atenta contra el principio básico de equidad en la contienda y subvierte completamente lo logrado en los últimos años de tener piso parejo para todos en una elección.

Otro elemento que preocupa sensiblemente es la transferencia de votos. No sólo porque lo que hicieron los partidos pequeños para votar a favor su reforma, fue asegurarse su permanencia, sino que dichos partidos y Morena consideran que los votos son de ellos. Es decir que quienes votan por un partido u otro, al final dichos partidos son dueños de los votos del electorado y pueden hacer uso de ellos como si fueran patrimonio propio. A eso se llama aquí y en todo el mundo fraude electoral a la representación política.

En esto último es dónde radica el principal problema. AMLO actúa, igual que sus correligionarios, como si los votos que los llevaron al poder fueran de ellos, como si por la vía del voto ellos encarnaran una especie de propiedad del proyecto nacional que enarbolan y con ello tuvieran el derecho de imponer lo que a su propio juicio consideran debe ser el proyecto nacional, la organización de la economía, la salud y para efectos prácticos, la vida electoral del país.

En el Senado ya han encontrado, hasta el día de hoy, 70 correcciones necesarias para que la minuta enviada por la cámara de diputados no sea inconstitucional, porque de lo que si no son dueños ni pueden serlo, es del texto constitucional y a lo que obliga a todos. Nada más, pero nada menos también.

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