¿Hogar, dulce hogar?
¡Hogar, dulce hogar! El hogar, ese lugar donde nos sentimos tan a gusto, tan seguros, ¿es realmente un lugar seguro para nuestra salud? Quizás no.
Cuando veía la serie House me llamaba la atención que, en muchos de los casos que atendía el famoso doctor, visitaba la casa donde residía el paciente, buscando evidencias para intentar saber cuál era el origen de sus dolencias. Y no es de extrañar ya que, según un estudio AIMC, pasamos unas 15 horas al día en nuestras casas o, lo que es lo mismo, un 62,3 % de nuestro tiempo diario. Si le sumamos las horas que pasamos en nuestros lugares de trabajo, medios de transporte y en espacios de ocio cerrados, se eleva al 90 % de nuestro tiempo. Las mujeres y los mayores de 65 años son los que más tiempo están en sus hogares.
Generación de interiores
Esta circunstancia nos ha colgado la etiqueta de generación doméstica (indoor generation en inglés). Nos estamos convirtiendo en personas de interior que solo recibimos luz natural y aire fresco en momentos puntuales como el camino al trabajo, al colegio o al supermercado.
Para colmo, la pandemia de covid-19 nos confinó en nuestros hogares para protegernos, afianzando el sentir popular de que “como en casa, en ningún sitio”. Ahora más que nunca, consideramos nuestro hogar como un sitio seguro en el que cobijarnos, un lugar de intimidad y recogimiento.
Sin embargo, los datos nos dicen algo muy distinto. Más de 100 000 muertes y enfermedades ocurren en Europa cada año por condiciones inadecuadas en la vivienda.
Para que la salud se resienta no hace falta llegar al extremo de habitar viviendas insalubres por falta de condiciones higiénicas o estructurales. La mayoría de nuestras casas, la mayoría de hogares de España, Europa o Argentina, gozan de unas condiciones óptimas de habitabilidad. Y claro, al vivir en hogares confortables y seguros no nos planteamos que pueden suponer un factor de riesgo para nuestra salud. Pero es un error.
Entonces, ¿qué pasa entre nuestras paredes?
No tenemos ninguna duda del impacto negativo que sobre nuestra salud tiene la polución de las ciudades. Pero el 77 % de los españoles ignora que el aire del interior de su casa puede estar hasta 5 veces más contaminado que el aire del exterior.
Nos gusta construir, ambientar y decorar nuestros hogares de un modo tan agradable y cómodo que, en ciertos momentos, ni nos apetece salir de ellos. Sin darnos cuenta vamos creando una naturaleza artificial dentro de nuestro hogar: sustituimos la luz natural por artificial, el aire fresco por fragancias, el calor del sol por radiadores…
Tampoco somos conscientes de cuántas actividades cotidianas generan polución: cocinar, limpiar, ducharnos, dormir o tener mascotas y plantas. Al final, generamos un medio ambiente artificial que nos puede enfermar.
Enfermedad ligada al edificio
Los términos “enfermedad ligada al edificio” y “síndrome del edificio enfermo” pueden llevarnos a engaño: no es el edificio el que enferma, sino sus ocupantes. La Organización Mundial de la Salud define este síndrome como el conjunto de molestias y enfermedades que un edificio causa en sus ocupantes y cuyo origen están en los materiales que conforman el edificio o en el ambiente del mismo.
Los síntomas que sufren las personas por estas causas son muchas veces inespecíficos y los refieren como un malestar que no se asocia a ningún origen en particular. En otras ocasiones pueden concretarse en irritación de ojos, nariz y garganta, ronquera, erupciones cutáneas, hipersensibilidades inespecíficas, náuseas, mareos, vértigos, dolor de cabeza y fatiga mental.
Soluciones
¿Cómo podemos mejorar el medio ambiente de nuestros hogares para evitarlo? Con varias medidas sencillas de aplicar:
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Ventilar todas las estancias de nuestra casa de tres a cuatro veces al día durante 10 minutos, favoreciendo la ventilación cruzada.
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Abrir las ventanas cuando cocinemos o tras bañarnos para evitar que se acumule humedad y evitar el desarrollo de mohos que causen problemas de salud.
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Siempre que sea posible, emplear paños de microfibra y materiales naturales para la limpieza, como el vinagre blanco. Cuidado con la mezcla de productos de las que se pueden derivar sustancias tóxicas. Por ejemplo, mezclar lejía con amoniaco libera un gas que es altamente tóxico.
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Limpiar y ventilar las alfombras, paraíso de ácaros y bacterias.
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Asegurarnos de que en nuestro hogar entra tanta luz natural como sea posible. Lo ideal es que las cortinas y las persianas estén completamente abiertas durante las horas diurnas.
Con todo y con eso, el mejor remedio para nuestra salud es salir al exterior, disfrutar del aire, la luz solar, el calor, el frío o la lluvia. Además de aprovechar estas salidas para movernos y aumentar la actividad física diaria reduciendo así nuestro sedentarismo.
Clara Isabel Tejada Garrido, Profesora Titular del Grado de Enfermería de la Universidad de La Rioja, Universidad de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.