¿Llegó el fin del cubrebocas? En Europa quedó en la temporada pasada
Preparo mis maletas, preparo un par de cubrebocas extra para el vuelo de poco más de 10 horas hacia Madrid, me aseguro de que, si olvido algo, no sea mi pasaporte, mi certificado de vacunación contra la Covid-19 o mi cartera.
Salgo hacia el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México donde, por cierto, todavía no se tiene claridad si se puede o no andar sin cubrebocas. Pero la mayoría de la gente está usando uno, a veces mal puesto o a veces colocado en el cuello como si fuera una bufanda, pero las mascarillas todavía son parte del outfit de la mayoría.
Hace unas semanas algunas entidades mexicanas comenzaron a oficializar el uso voluntario de mascarillas, tanto en lugares abiertos como en espacios cerrados, la capital fue uno de ellos. Parece raro olvidar el hábito –que creamos por poco más de dos años– de llevar puesta una mascarilla básicamente para cualquier actividad que implicara salir de casa.
Pero desde que bajé del primer avión, para esperar mi siguiente vuelo hacia Bruselas, me percaté que esa costumbre que tengo forma parte de un pasado casi lejano para los y las europeas. El Aeropuerto Barajas de Madrid es gigante, conecta vuelos desde y hacia todos los continentes, somos muchas personas, pero apenas alcanzo a ver tres con cubrebocas.
Llego a Bruselas y la misma historia, es como si ese accesorio tan buscado y cotizado apenas hace un año, hubiera quedado enterrado en los festivales de moda pasados. Ahora la tendencia es otra.
“No es obligatoria la mascarilla, pero si te sientes más cómoda puedes usarla, igual todos aquí estamos vacunados con cuatro dosis contra la Covid-19”, me dice una amable persona al tiempo que entro a un restaurante. De cualquier modo, su amabilidad no pudo disipar el asombro con el que me miraba usar mi cubrebocas.
En este espacio del mundo, las prioridades son otras. No es que la Covid-19 decidió partir de Europa, sino que arribaron algunas otras cuestiones, principalmente la invasión de Rusia en Ucrania y la aceleración inédita de los precios de los energéticos.
Me subo al metro para llegar al lugar en donde tengo que estar en media hora, y cruzando palabras, una persona que este otoño ha sido muy especial en Bruselas, no hay frío y hasta sale el sol. Son buenas noticias para esta parte del mundo en donde regularmente hay que vivir a calefacción desde ahora y hasta fines del invierno.
Y, aunque por temporada estacional justamente en este tiempo del año repuntan enfermedades virales, el cubrebocas definitivamente ya no es el favorito de nadie. Con la cara al descubierto, también volvieron las sonrisas, los apretones de mano y el típico saludo de doble beso de los españoles e italianos.
¿Se acabó ya la pandemia? ¿Ya aprendimos a vivir con este bicho? ¿Deberíamos seguir usando cubrebocas por higiene? ¿Debería ser o no una decisión voluntaria?
Quedan muchas preguntas respecto de lo que son o deberían ser las medidas sanitarias en esta nueva etapa, en donde parece que lo peor quedó atrás. Lo cierto es que las comparaciones entre países, sociedades y culturas siempre estarán sesgadas, porque sus composiciones son distintas también.
El sistema de salud, las redes de transporte, los niveles de polución, la alimentación, el acceso a servicios básicos o la densidad poblacional infieren en el seguimiento de hábitos masivos como el de usar una mascarilla para protegernos de las bacterias, los virus o cualquier otra particula tóxica que circule en el aire.
Ahora, como en Europa y muchos otros países en el mundo, en México se podrá escoger si llevar puesta la mascarilla o no.