Tacrolimus de mala calidad y pacientes renales afectados
Lograr un trasplante de órgano implica no sólo ubicar a una persona compatible con quien lo recibirá -lo cual ya es en principio un enorme logro-, sino conjuntar una serie de esfuerzos coordinados de muchas áreas médicas, aparte de los costos para la institución que lo ejecuta que representan no menos de 200,000 pesos por intervención.
Por eso es primordial cuidar al paciente trasplantado que requiere tomar inmunosupresores por el resto de su vida para evitar que su organismo rechace al órgano recibido. Los inmunosupresores son imprescindibles para el paciente y bajo ningún concepto debe dejar de tomarse o modificar las dosis, repiten los nefrólogos cada vez que hablan del tema.
Por eso es inconcebible que las autoridades regulatorias hayan tardado cinco meses en emitir una alerta sobre el inmunosupresor Octraliin (tacrolimus), del laboratorio Raam de Sahuayo, dado la reportada falta de consistencia en sus efectos sobre los pacientes. Las primeras quejas de pacientes de Jalisco y Puebla -donde hay mayor número de pacientes con daño renal- sobre dicho fármaco se presentaron ante Derechos Humanos desde septiembre, pero fueron ignorados tanto por el IMSS como por las autoridades sanitarias hasta que en enero se dio la muerte del José de Jesús, de 29 años, que terminó muriendo por intoxicación del fármaco dejando sin padre a su pequeña hija de seis años.
Ni los médicos del IMSS ni Cofepris les hacían caso a los pacientes que insistían en que no llegaban a sus índices adecuados. No a todos les pasaba, pero a varias docenas sí, lo que significaba inestabilidad de los lotes de medicamento adquirido. Tuvo que haber una muerte para que entendieran que los pacientes tenían razón. El tema lo sacó a la luz el noticiero de la periodista Azucena Uresti el pasado 13 de febrero, y un día después Cofepris emite una alerta sanitaria sobre el medicamento Octralin reconociendo que para entonces dicha marca de inmunosupresor ya llevaba 50 reportes de ineficiencia terapéutica; 50 pacientes cuyos trasplantes estaban en riesgo desde hace meses. Tardó demasiado la alerta y costó por lo menos una vida. ¿Qué sanción tendrá el laboratorio que entregó al gobierno medicamentos de mala calidad? El costo es de ya 60 vidas afectadas y una muerte.
Ahora, aparte, el problema es que no les dieron otra opción ni tampoco les explican. Y los pacientes se quedan en tierra de nadie sin saber qué hacer porque tampoco ya no saben si creerle o no a su médico en la institución pública de salud donde se atienden.
La Sociedad Mexicana de Trasplantes (SMT) alertó hace unos días que el tacrolimus es la piedra angular en el tratamiento a largo plazo del trasplante de órganos; niveles bajos se relacionan con rechazo del órgano y niveles altos con toxicidad e infecciones. Y alertaron que los pacientes estables no suspendan el tacrolimus.
“La comunidad de trasplantes ha insistido en innumerables ocasiones que la NOM-177 SSA1 2013 de bioequivalencia en México, para medicamentos de estrecho índice terapéutico no está en sintonía con lo que se hace en países con regulaciones más eficientes,” dice el comunicado de SMT, algo muy delicado que evidencia descuido en un ámbito tan delicado y costoso para el sector salud como son los trasplantes.
Total que la SMT le dice a los paciente que si no tienen otra opción, no dejen de tomar su inmunosupresor aunque sea el de la marca con advertencia porque el riesgo de pérdida del trasplante es mayor.
El caso ya llegó a la Comisión Nacional de Derechos Humanos que esperemos de algo sirva. El medicamento en cuestión tenía aval y sello de Cofepris, el médico creyó en ello y el paciente se lo tomó con confianza, ¿cómo iban a saber que los procesos de fabricación estaban malhechos y no iba a funcionar como debe ser en su organismo? Es un caso claro de lo que puede implicar dar registro y comprar medicamentos sin control de calidad adecuado, que ya sabemos es la línea de la política de austeridad en la actual administración.