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Una mirada al 2023, ¿qué prefieren realismo u optimismo?

Una mirada al 2023, ¿qué prefieren realismo u optimismo?

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La Gran Carpa

Hacer pronósticos es difícil, sobre todo cuando se trata del futuro, decía el gran Yogi Berra, a quien algunos recuerdan como beisbolista. A fines del 2019, nadie anticipaba la pandemia y las proyecciones sobre cómo nos iría en el 2020 eran moderadamente optimistas. La economía mexicana iba a crecer 2%, según Hacienda. Los análisis independientes ponían el PIB en un rango de 1 a 2 por ciento. Terminó cayendo 8.5 por ciento.

A fines de 2021, muy pocos veían venir la invasión de Rusia a Ucrania. Para el 2022, Hacienda proyectaba un crecimiento de 3.4%, muy por encima del consenso de los expertos donde predominaban los números alrededor de 2.5 por ciento. Lo más probable es que el resultado final sea más o menos la mitad de eso, 1.7 por ciento.

¿Cómo será el 2023? De ahora en adelante, más nos vale contemplar la posibilidad de que ocurra un hecho extraordinario. De esos que mueven el tablero y derrumban los pronósticos. Puede ser que nos visite un cisne negro, un cisne verde, un rinoceronte gris… puede ser, también, que no ocurra nada fuera de la caja. En cualquier caso, necesitamos conocer qué dicen los augures. Para muchos es preferible tener a la mano un mal pronóstico que no tener ninguno, nos recuerda Nassim Taleb: ese tipo de vacío es casi insoportable en el mundo actual.

Para el 2023, Hacienda repite como autor del pronósticos más optimista. Estima un crecimiento de 4% para la economía mexicana. Para fundamentar el optimismo, los funcionarios hacendarios apuestan a que el nearshoring hará la diferencia. ¿Será? No es una locura poner las fichas y prender las veladoras a esta variable: la producción global se está reorganizando, como consecuencia de la tensión de Estados Unidos con China y de la descomposición del escenario europeo después de la invasión de Rusia a Ucrania. Es normal que México aparezca como una opción interesante para captar una parte de esas inversiones que ahora están en China o en Europa Central. Los dueños de parques industriales dan fe de que este apetito por venir a México existe. Hay mucho interés por situarse en la frontera norte, en el Bajío, en el Occidente.

Hacienda no tiene el monopolio de los augurios; ni siquiera tiene un récord de hacer estimaciones precisas. En las últimas dos décadas, sus números del PIB han fallado 17 o 18 de 20 veces. Basados en esto, el pronóstico oficial tiene cuando mucho un 15% de probabilidades de acertar esta vez. ¿A dónde mirar? La inmensa mayoría de expertos coincide en que la economía mexicana no crecerá tanto como los funcionarios del Gobierno proyectan. Por el momento, predominan los que calculan un PIB cercano a 1.5 por ciento. El menos optimista de todos los pronósticos institucionales es el del Fondo Monetario Internacional. Coloca en 1.2% su estimación del PIB para 2023.

¿Qué quiere decir por el momento? Lo más probable es que las proyecciones se muevan a la baja. Pesará, cada vez más, el impacto del alza a las tasas de interés. Estarán arriba del 10% e inhibirán la inversión y el consumo. Además, es casi seguro que la economía de Estados Unidos caerá en recesión en un momento del 2023. Si eso ocurre, la economía mexicana tendrá dificultades para crecer. Es lógico: 40% del PIB mexicano tiene que ver con el comercio con nuestro vecino del Norte; 4% de este PIB está relacionado con las remesas.

¿Podrá el nearshoring hacer la gran diferencia? México tiene muchas cosas a favor. Más allá de las circunstancias internacionales, está la integración creciente de las economías de la región de América del Norte. En territorio mexicano se ha instalado un tejido industrial que ha encontrado ventajas logísticas de la cercanía con Estados Unidos, también un capital humano muy calificado a un costo más bajo que en Estados Unidos o Canadá. No todo está a favor. En el otro platillo de la balanza están la inseguridad física y la inseguridad jurídica; las dificultades para obtener abasto eléctrico en las condiciones que requieren las fábricas globales y, por encima de todo, la incertidumbre acerca del desenlace de las controversias dentro del T-MEC. Para asomarse al 2023, ¿prefieren optimismo o realismo?

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