Apaguemos el incendio financiero de Ucrania
La guerra de Rusia ha infligido enormes costos a la economía ucraniana, dejando al gobierno sin medios suficientes para mantener sus funciones más básicas. Para continuar con sus logros militares, Ucrania necesita un apoyo financiero mucho mayor, además de un suministro constante de armas
ESTOCOLMO – Gracias al armamento que les proporcionó Occidente, las fuerzas ucranianas celebran una victoria tras otra en el campo de batalla, pero Ucrania enfrenta otra grave amenaza: la alta inflación. No solo necesita armas, también requiere apoyo financiero adicional.
La guerra de Rusia causó daños enormes, el gobierno ucraniano y la Escuela de Economía de Kiev estimaron que las pérdidas materiales hasta el momento fueron de 120,000 millones de dólares. Se prevé que el PBI del país caerá entre el 35 y el 40% en 2022 y los ingresos del gobierno, más aún.
El Fondo Monetario Internacional calculó hace unos meses que el gobierno ucraniano necesitará 5,000 millones de dólares por mes -60,000 millones de dólares este año- de asistencia externa para financiar salarios gubernamentales, pensiones, asistencia sanitaria, escuelas y algunos beneficios sociales.
Son gastos básicos para mantener al gobierno en funcionamiento. Desafortunadamente, solo se entregó la mitad de los fondos necesarios. Según la empresa de corretaje ucraniana Dragon Capital, al 30 de septiembre Ucrania había recibido promesas de 35,000 millones de dólares, pero desembolsos de solo 20,000 millones de dólares.
El principal donante es Estados Unidos, que ya entregó 8,500 millones de dólares y se comprometió a proporcionar 1,500 millones de dólares más por mes durante el resto de 2022.
La mayor decepción vino de Europa, que solo aportó la mitad de lo que contribuyó Estados Unidos: 4,800 millones de dólares (2,800 millones de la Unión Europea y otros 2,000 millones de sus estados miembros).
Aunque la UE prometió 9,000 millones de euros (la misma cifra en dólares) de asistencia financiera en mayo, solo desembolsó 1,000 millones de euros, un ritmo sencillamente inaceptable en este momento de crisis. Ahora, cinco meses después de esa promesa, esperemos que la UE logre liberar al menos 5,000 millones de euros más.
Ante la falta de financiamiento externo, el gobierno ucraniano no tiene más opción que recurrir al financiamiento monetario -imprimir dinero-, que inevitablemente genera inflación. La tasa de inflación ucraniana llegó al 24.4 % en septiembre y lo más probable es que continúe aumentando, ya que el gobierno solo recibió 2,500 millones de dólares -la mitad de lo que necesitaba- en septiembre.
Obviamente, eso no es sostenible. Como afirmó el historiador Niall Ferguson en un comentario reciente en Bloomberg, tal vez el ejército ucraniano esté ganando, pero su economía está perdiendo, en gran medida porque la UE no le proporciona suficiente asistencia financiera. A Ferguson lo preocupa la hiperinflación -una inflación de al menos el 50 % mensual- y a mí también.
Ciertamente, un informe reciente del Centro de Investigaciones sobre Política Económica recomienda que Ucrania aumente sus ingresos fiscales y venda, en vez de monetizar, la deuda interna. Pero dudo que esas medidas sean factibles durante la guerra.
Después de todo, Ucrania no puede recortar los gastos militares (por obvias razones) y ya redujo al mínimo absoluto la mayoría de los gastos públicos restantes.
La hiperinflación es algo demasiado frecuente durante las guerras u otros grandes cambios estructurales, o después de ellos.
Al final de la Guerra Fría, la mayoría de los países que habían sido comunistas fueron golpeados por la hiperinflación, algo que nunca deja intacta la confianza del público en el Estado. El resultado suele ser un gobierno autoritario, como vemos a lo largo de la ex Unión Soviética.
Por su parte, el presidente ruso Vladímir Putin ya no afirma que está en guerra solo con Ucrania. Ahora dice que enfrenta “al conjunto de Occidente”.
Los occidentales debemos creerle y reconocer que nuestra obligación común es mantener al estado ucraniano a flote durante la guerra. En el corto plazo, la única forma de lograrlo es aumentando los aportes occidentales al presupuesto ucraniano.
Aunque prever la necesidad de otras reformas y mecanismos financieros alternativos es algo razonable, eso tendrá que esperar hasta que termine la guerra.
Por otra parte, debido a que la deuda pública ucraniana se disparó -se estima que pasará del 50% del PBI a fines de 2020 al 85% a fines de este año-, es fundamental que Ucrania reciba subsidios en vez de créditos.
Aunque parece que Estados Unidos lo entiende, la UE claramente no lo hace. Su asistencia macrofinanciera solo incluye créditos (aunque la mayor parte de la asistencia bilateral de los miembros de la UE fue a través de subsidios).
Eso debe cambiar. No podemos permitir el fracaso financiero de Ucrania por motivos ajenos a ella, simplemente porque la UE está demasiado preocupada por sus propias normas burocráticas.
Como mencioné antes, la mejor solución es confiscar las reservas rusas de aproximadamente 400,000 millones de dólares que están congeladas en 7 países occidentales, y enviarlas a Ucrania como reparaciones. Canadá ya adoptó una ley que lo permite, aunque aún no embargó fondos rusos.
La UE ofreció a sus miembros subsidios considerables para apoyar sus economías durante la pandemia de la Covid-19, no hay motivos que le impidan reunir las sumas mucho más pequeñas que hacen falta para ayudar a Ucrania.
De ser necesario, debiera obligar a sus miembros a realizar aportes, como hizo en 2016 para financiar su acuerdo migratorio con Turquía. Si hay voluntad, existen muchas maneras de impulsar a las finanzas ucranianas.
El autor
Es miembro sénior del Stockholm Free World Forum. Su último libro es Russia’s Crony Capitalism: The Path from Market Economy to Kleptocracy.
Traducción al español por Ant-Translation
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