Endeudados, en pijama y sin amor: así es la cuarentena de muchos mexicanos
No puedo negar lo irrefutable y es que al estar frente al monitor escribiéndoles a ustedes mis queridos lectores (porque sí me leen, ¿verdad?), como les decía, les escribo desde los centros de mi propia existencia, donde nacen las ansias de siempre estar comiendo durante esta cuarentena.
Con un chongo malhecho y aún en pijama, después de que llamara al banco porque la cuarentena no es mi única enemiga, sino que también bloquearon mi tarjeta de crédito y ya no puedo realizar compras. Bueno, la verdad que me acaba de responder un agente telefónico y no se trata de un bloqueo accidental, sino de la triste realidad de que rebasé mi límite de crédito.
Porque la vida está muy cara, amigos; por ejemplo, mi estufa se descompuso, así que tuve que comprar otra, y los viajes en Uber para ir por despensa son tan caros como ir a chelear, bueno, también ¿quién me manda a vivir en la periferia de mi querida ciudad?
Además, no tengo pareja y en mis ratos de depresión coronaviresca, le doy rienda a la tragaderita para llenar ese vacío que dejó el profesor de educación física, quien no me dejó bailar con mi crush de la primaria en el bailable de la kermés.
Después de este breve momento dramático titulado ‘Sufro como precious’ (¿qué habrá sido de esa actriz?, por cierto), quiero seguir con mi tema principal que es la extrema fodonguez en la que ahora vivo, hasta me da pena hacer videollamadas con mis amiguis porque nada queda ya del glamour que alguna vez me caracterizó.
Pero no solo mi físico está pa’l perro, también se modificó mi forma de pensar porque en este periodo me di cuenta de que realmente necesito un horario para sobrevivir a una vida de home office que puede parecer muy divertida, pero no lo es, si terminas de desayunar tu memela a las 7 de la noche.
En fin, además de extrañar convivir, enojarme con desconocidos y hacer cosas tan simples como caminar, el confinamiento sirvió para hacerme pensar sobre mi edad, todo lo que he hecho, lo que no, con quién me he enojado sin razones o por varias razones, pero siempre concluyo con las mismas reflexiones de doñita informada y filósofa: la organización, la paciencia y la solidaridad en estos momentos es muy importante.
Los bancos de México y organismos como el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) mostraron solidaridad al otorgar prórrogas en las cuotas de pago a los empresarios, mientras que el Instituto de Seguridad Servicios Sociales de los Trabajadores al Servicio (Issste) hasta sorteó créditos a los afiliados.
Por otra parte, el Infonavit y las Afore también anunciaron que las personas podrían hacer retiros parciales de sus cuentas para afrontar la crisis económica por COVID-19 que ya tiró a grandes potencias, como Estados Unidos, que ya decidió reactivar su economía a pesar de tener la tercera parte del total de contagios en todo el mundo, o Japón, un país que entró en recesión por la pandemia.
Sin embargo, hay otras empresas privadas mexicanas que también se solidarizaron con las necesidades de nuestro país, como el grupo de restaurantes Lunfardo que decidió darle de comer a los médicos de hospitales COVID-19 a través de un portal de donaciones; así mataban dos pájaros de un tiro, pues conservaban a sus plantillas de personal intactas y apapachaban a los doctores en esta difícil lucha.
En estas épocas de incertidumbre, tenemos que ser pacientes y esperar que el panorama se aclare un poco, organizar nuestras prioridades financieras y vislumbrar la posibilidad de sacar algún beneficio de la pandemia, como poner un negocio que atienda las necesidades actuales (por ejemplo, un huerto en casa, según Javier de Lope), solidarizarnos y ayudar a los más cercanos, si tenemos la posibilidad o podemos comprarnos nuevas pijamas en Amazon, Güolmart, Ebay o Liverpool (ya muy nice) porque estas playeras guangas y viejas y mis calzones no sirven para recibir a los del agua, quienes ya hasta se quieren quedar a vivir conmigo lo que resta de la cuarentena.
Portada: Fernanda Meneses Herrera
Interiores: Unsplash, Memegenerator, Grupo Lunfardo y Freepik