La democracia tiene esperanzas en América Latina
Hay buenas noticias desde América Latina. Un Presidente que intentó dar un autogolpe de Estado fracasó, fue detenido y su país mantiene la condición de ser una nación democrática.
Una Vicepresidenta fue sentenciada a seis años de prisión y fue inhabilitada para ejercer cargos públicos porque le demostraron que cometió el delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración púbica.
Un Presidente fracasó en su intento de modificar la Constitución para manipular las elecciones y aferrarse al poder por la vía de las urnas. Y aunque mantiene el intento de hacer transitar sus medidas legislativas antidemocráticas, ha encontrado resistencia hasta en su propio partido político.
Hay otros países que, en su momento, no tuvieron ese giro que les evitara caer en regímenes autoritarios que han acabado con su economía, sus libertades y sus derechos humanos.
Pedro Castillo intentó romper el orden constitucional de Perú y lo que consiguió es que la propia guardia presidencial lo entregara a la justicia para que rindiera cuentas por ese intento de auto golpe de Estado.
Perú vive hoy una crisis política, pero por lo pronto ya dio una lección al resto de América Latina de que no hay lugar para dictadores, así sean emanados del pueblo. Gracias a Perú.
Cristina Fernández de Kirchner, no va a ir a la cárcel, no va a dejar su puesto de Vicepresidenta, pero tampoco podrá volver a saltar al poder presidencial porque está sentenciada por corrupta.
Argentina está abrazada por la desconfianza y la crisis económica, pero al menos en esta ocasión mostró al mundo que no todo está perdido ante el poder y el control de los populistas. Gracias a Argentina.
Si tan solo Venezuela hubiera tenido una oportunidad de darse cuenta a tiempo de que sus problemas de desigualdad, pobreza y corrupción no se resolvían encumbrando a un autócrata que arrasaría con su democracia, y literalmente con su país, para llevarlos a la condición actual de una nación con una crisis humanitaria, habrían rechazado al carismático y peligroso Hugo Chávez.
Si Nicaragua no hubiera dejado la rendija abierta a ese supuesto líder de izquierda, redentor de las causas de los pobres, que presumía haber resistido los embates del poder y que acabó como uno de los más radicales tiranos que hoy dictan en el mundo, ese país centroamericano no estaría hoy padeciendo a Daniel Ortega.
Es urgente que en México dimensionemos el tamaño del intento antidemocrático del régimen de Andrés Manuel López Obrador de hacerse del poder total y permanente a través de los órganos electorales y con ellos de la manipulación electoral que podría darle “legitimidad” a un gobierno autoritario.
El fracaso del cambio constitucional de su mal llamada reforma electoral será algo para la historia, pero para acabar de escribir este capítulo con un final positivo, hay que ver el desenlace del llamado Plan B, plagado de ilegalidades y prácticas antidemocráticas.
El Plan B es una rendija enorme para fracturar la democracia en México y este es el momento de notarlo e impedirlo.
Por ahora la responsabilidad de ese punto de inflexión está en el Senado. Ya vimos que la democracia sí tiene esperanzas en América Latina.
Es urgente que en México dimensionemos el tamaño del intento antidemocrático del régimen de Andrés Manuel López Obrador de hacerse del poder total y permanente.