¿Qué tan grandes serán las recesiones en los países ricos ante la COVID-19?
Las actividades económicas del mundo han sufrido un cambio radical en su estructura como efecto de la pandemia de COVID-19. Ante este escenario, una pregunta sale a relucir sobre otras: ¿qué tan mal se pondrán las cosas?
El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió el pasado 14 de abril que la recesión mundial sería la más profunda en 90 años. Los estragos de la COVID-19 y la incertidumbre sobre la duración de sus consecuencias son tan graves que los modelos económicos aplicados en la era de la posguerra tienen poca utilidad.
Si bien algunas corporaciones como Starbucks y Dell ponen la mira en un balance sobre las ganancias anuales, solo una cosa parece segura: algunas economías sufrirán más que otras.
Los efectos de la recesión
Las crisis económicas exponen y exacerban las debilidades estructurales de un país. De acuerdo con un análisis de The Economist, las tasas de crecimiento en los países ricos tienden a converger durante las expansiones, ya que las economías más débiles también avanzan.
No obstante, durante las recesiones, el rendimiento es desigual. En la primera década del 2000, la brecha anual promedio entre las tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de los países ricos con mejor y peor desempeño fue de cinco puntos porcentuales. En la próxima recesión, tras la crisis financiera mundial de 2008 a 2012, la brecha se amplió diez puntos.
Ante la pandemia de COVID-19, la tendencia no cambiará y tres factores ayudarán a separar los malos resultados de los graves: la estructura industrial, la composición de su sector corporativo y la efectividad de su estímulo fiscal.
Con estos indicadores, The Economist ha hecho un balance de cómo reaccionarían las potencias a la recesión, situando a los países al sur de Europa como los más vulnerables.
Los países que resultarían afectados
En la estructura industrial, los países más afectados serán aquellos que dependen de las actividades intensivas de construcción (centro de Europa) y del turismo (sur de Europa). Mientras que las industrias mineras, al requerir menos mano de obra, tendrán un mejor desempeño.
Este sector también se verá beneficiado por el home office. En Suiza, se estima que 45 por ciento de los trabajos puede realizarse desde casa, pero en lugares como Eslovaquia, los centros de fabricación hacen casi imposible esta opción.
El sector corporativo es otra consideración fundamental, ya que las pequeñas empresas tienen más probabilidades de verse afectadas por largos cierres. Estos negocios tienden a tener pocos o ningún amortiguador de efectivo, lo que les dificulta sobrevivir a una sequía en los ingresos. Casi la mitad de los italianos y australianos trabajan para empresas con menos de diez empleados.
El tercer factor de impacto apunta al apoyo fiscal, pues mientras los países ricos han desplegado estímulos a una escala sin precedentes, otros gobiernos de la zona europea con altos niveles de deuda son más cautelosos.
El impulso fiscal promedio en Francia, España e Italia, como porcentaje de PIB, es aproximadamente la mitad de lo proporcionado en Alemania.
No obstante, el diseño del estímulo es tan importante como su tamaño. En términos generales, los países ricos han adoptado uno de los dos enfoques para preservar el nivel de vida: complementar los ingresos del hogar (Estados Unidos y Japón) o mantener el empleo subsidiando los salarios (norte de Europa y Australia).
Para cada caso, la recesión a causa de la COVID-19 será diferente. Si la cuarentena termina pronto, algunas economías europeas podrán reanudar la producción rápidamente. En otros lugares, la situación se complicará un poco más.
Con información de The Economist, Forbes México y El Economista
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