Giselle Aboudib: la mexicana que ganó en París con un diseño de lucha libre
¿Qué es la moda? ¿Cómo vestirme para que los gurús del buen vestir como Miranda Prestley de The Devil wears Prada no me miren horrible? ¿Cómo pasas de vender bolsas en la uni a ganar uno de los concursos más importantes de la moda en París? ¿Cómo vende una diseñadora en la pandemia? ¿Por qué mis preguntas son tan largas? Espero que Giselle Aboudib tenga las respuestas porque la llamada ya entró y cuando me responde: ‘Hola, Fernanda, ¿cómo vas con la cuarentena o más bien cómo vas con el pico del pico del primo del pico de contagios’, en ese momento me doy cuenta de que, si no aprendo del tema, al menos me voy a reír mucho con ella.
Comenzamos la plática sobre cómo el interminable confinamiento ha modificado nuestras rutinas, pues Giselle Aboudib tuvo que pasar la cuarentena en casa de sus papás:
“Que estén sanos es una bendición, odio las rutinas, pero estar con ellos me enseñó un poco de eso; a cocinar, a jugar cartas, a hacer limonadas. Esta cuarentena nos enseñó a reinventarnos un poco y a estar unidos, pero lo que más agradezco es que estemos sanos y salvos”.
La pandemia nos recordó lo pequeños y efímeros que somos los humanos, dijo Giselle, antes de sumergirse en un mar de recuerdos y nostalgia para explicarme cómo empezó su sueño de hacer ropa y tener su propia marca.
Los orígenes de la diseñadora
La pequeña Giselle, de 4 años, vivía rodeada de gente que diseñaba sus propios vestidos. Tanto su abuela como su mamá y su papá —un emigrante libanés que llegó a México para emprender con un taller textil —, son personas que vivieron entre telas y colores, y transmitieron ese amor por el diseño a nuestra entrevistada.
Mientras dibujaba un vestido rojo, uno de sus primeros bocetos durante su infancia, esta niña soñaba con seguir los pasos de la familia y tener su propia marca:
“Mi abuela siempre tuvo un gran gusto por la moda y siempre nos mandábamos a hacer nosotros nuestros vestidos. Si teníamos una boda, se confeccionaban las prendas en el taller de mi abuela o de mi mamá y, en cierta forma, yo me involucraba en los diseños. Las amigas de mi mamá siempre terminaban preguntándome dónde habíamos comprado nuestros vestidos y recuerdo que me decían que pusiera mi propio taller o tienda, me decían: ‘Hasta que no tengas tu taller, no te voy a comprar, el vestido va a tener una etiqueta con tu nombre o tu marca y entonces sí’”.
El primer producto exitoso de Giselle Aboudib
Giselle Aboudib fue creciendo y no esperó a graduarse de la universidad para comenzar a emprender, así que, en medio de sus clases de Diseño Textil en la Universidad Iberoamericana, empezó a vender bolsas de mezclilla deslavadas con frases y aplicaciones de colores.
Era 2008 y Giselle hacía tareas, proyectos y usaba sus días de descanso para bocetar en medio de un cuarto con el piso lleno de bolsas. De ocho de la mañana a ocho de la noche, la estudiante de diseño deslavaba las bolsas en el jardín de su casa, luego las cosía, dibujaba y pintaba:
“Empecé con mucho apoyo de mis papás y como 7 mil pesos más o menos mi negocio de bolsas, que en ese entonces esa cantidad te ayudaba a hacer maravillas […] La bolsa más cara, la de laptop, era de 550, la block de 350. Luego sacamos otros modelos de 250 y 400. El proceso creativo era muy divertido y hasta la fecha el diseño sigue siendo eso, pura diversión”.
A una gran amiga alemana de Giselle le encantaron sus bolsas y la contactó con muchísimas mujeres que trabajaban en Volkswagen, a quienes les gustaba el folclor mexicano, una de las características de los modelos más destacados de Giselle.
Poniendo el nombre de México en alto
Giselle Aboudib fue a Líbano —oasis hedonista en medio de una zona de conflicto, como lo describe la periodista María Ovelar— a estudiar su segunda carrera (diseño de modas), pero este lugar fue tan solo uno de todos los que visitó gracias a la moda:
“Visité Rusia, que está hermoso, y París, donde gané el concurso, lo más exótico es que empecé ahí”.
Giselle mandó al concurso Who’s next de París, una chamarra que representara a México, así que se inspiró en la lucha libre y es hasta la fecha una de las piezas más destacadas de su colección, pues artistas de la talla de Bad Bunny —San Benito, como le dice Giselle y otros de sus fanáticos— o Carlos Rivera la han portado con orgullo.
Esta empresaria me explica que la experiencia de la moda ‘no es solo ponerse una blusa, sino que consiste en llenarte de ese sueño, de esa historia detrás de cada creación’ y por eso le encanta el trato directo o —como ella lo llama— el one to one:
“Uno que tiene obsesión con las telas y las texturas, el que tú puedas llegar a la tienda es entrar al mundo del diseñador. Metiéndote a esa burbuja fantasiosa, ya puedes estar soñando junto con el diseñador. Tengo un showroom en Puebla y en México, pero por la pandemia también puedes adquirirlo por Instagram, Facebook, te mando un regalo y te llega a tu casa”.
Sin embargo, el proceso de creación y de patentar las chamarras fue un poco tedioso, pues aterrizar la idea ‘es casi como una deconstrucción’, pues el proceso creativo formal y legal le costó trabajo, ya que es complicado encontrar a las personas correctas que te asesoren, afirmó Giselle suspirando:
“Tú no puedes ser todo y hacer de todo en tu empresa porque no puedes ser contadora, artesana y diseñadora […] Haces un millón de cosas y a la vez no haces nada”.
No es fácil pero tampoco imposible
Ser empresario para Giselle implica una gran responsabilidad; de vez en cuando te vas a encontrar con circunstancias adversas, como la pandemia, en la que vivirás la incertidumbre de no saber si tendrás ventas y es más desalentador cuando te enteras de que grandes empresas cayeron, como Valentino, una marca exclusiva, que se declaró en bancarrota.
La cuestión es reinventarse y no es la primera empresaria que dice eso —Patricia Armendáriz e Idania García sugieren esta estrategia para los emprendedores—:
“La verdad sí bajaron mis ventas de trato directo un 30 por ciento, pero también el showroom que tengo tiene un editorial digital y eso ha ayudado; por ejemplo, mis chamarras de las luchas fueron utilizadas para el pride y por ahora, hago t-shirts, doy cursos de estilos y gamas de colores, hago tapabocas para las personas y dono despensas para mis trabajadoras”.
Giselle, como muchos otros, le costó llegar a donde está e invitó a nuestros lectores, dreamers y emprendedores, a nunca abandonar tus sueños y a seguir a su corazón; nunca es tarde para reinventarte o poner ese negocio que siempre quisiste porque ‘No hay límites para emprender’.
Randomness with Giselle
En medio de las preguntas obligadas de esta entrevista, quisimos plasmar su lado menos formal de Giselle Aboudib y terminamos por enamorarnos de su carisma y encanto en cada una de sus respuestas.
Los diseñadores favoritos de Giselle son Gianni Versace, Zuhair Murad, Yves Saint Laurent y Dior, pues cada uno ‘mezcla arte sensibilidad y elegancia’.
De hecho, nos invitó a ver los documentales en Netflix o Amazon Prime de estos genios de la moda que no dejaron de tener un impacto en la vestimenta a pesar de los conflictos bélicos:
“Versace es una leyenda que le abrió las puertas a muchísimos círculos sociales, literalmente tengo camisas de esta marca que no te cansas de verla. Zuhair Murad es tan delicado y sobrecargado, megasexy y elegante a la vez, tiene tantos contrastes que me atraen. Otra leyenda que tiene una historia espectacular y si entro una tienda y me quiero forrar de él es Yves Saint Laurent o de Dior”.
Giselle prefiere la noche y el silencio para trabajar en sus diseños y se inspira estando en su showroom al cual considera como un santuario.
Giselle jamás usaría pantalones o vestidos de color blanco ni prendas que no estilizan la figura, como sacos supercuadrados o shorts arriba de la rodilla que no son ni pesqueros ni shorts.
Giselle usa su tiempo libre leyendo, jugando cartas o escuchando rap, R&B, punk rock o a Selena y a Bronco, ¿por qué, no? La diseña los considera importantes artistas que dejaron una huella en el corazón de la gente y en la historia de la música, así como sus cineastas y escritores favoritos:
“La película La montaña sagrada de Alejandro Jodorowsky me cambió la vida, el libro Conversaciones con Dios de Neal Donald Walsch es mi favorito y también leí la biografía de Selena, y me gustó mucho”.
Por último, le preguntamos a Giselle por sus hábitos más extraños y nos dijo, después de un largo silencio al pensar en algo inédito sobre su persona, que tiene pide comida a domicilio siempre porque no le gusta cocinar; que su novio se viste mucho mejor que ella y que tiene una peculiar fascinación por los documentales de asesinos seriales o de temas esotéricos, alienígenas y rarezas humanas:
“Sin duda alguna, si no hubiera sido diseñadora, hubiera abierto mi secta o sería experta en aliens” [sic].
Gracias a Giselle, ahora conozco a Zuhair Murad, sé que Selena fue la primera cantante mujer en recibir un Grammy latino, concluí que un emprendedor debe ser cauteloso con sus amistades, sino puede encontrar la muerte, como le pasó a Gianni Versace, pues vi su documental y nunca, pero nunca, usaría un pantalón blanco.
Si quieres saber más sobre moda, no te pierdas los talleres de estilo que Giselle, haciendo clic aquí.
Interiores: Instagram @giselleaboudibbrand, @zuhairmuradofficial y @versace