Mercados emergentes: ¿a qué países les afectará más y menos el coronavirus?
Los mercados emergentes y su lucha contra la COVID-19
La pregunta sobre a quién apostarle sacude a inversores al contemplar los bonos que ofrecen los gobiernos endeudados por la pandemia de COVID-19.
Ante la crisis económica, la opción más viable son las finanzas públicas menos afectadas. En este panorama, los mercados emergentes sufren en demasía, teniendo una deuda pública de 17 billones de dólares, es decir, 24 por ciento del total mundial.
Dieciocho de estos países han sufrido calificaciones crediticias reducidas este año en Fitch. Argentina ha perdido un pago de 500 millones de dólares por bonos extranjeros; si no convence a los acreedores de cambiar sus valores por otros más generosos, incumplirá por novena vez en su historia.
A esta lista también se unen Ecuador, que pospuso 800 millones de dólares en pagos de bonos para enfrentar la pandemia; Líbano, que incumplió con un bono de 1.2 mil millones de dólares en marzo; y Venezuela, que debe barriles de efectivo (petróleo crudo) a sus banqueros y benefactores políticos: China y Rusia.
A medida que la pandemia causa estragos en la economía mundial, más de 100 países solicitaron ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI). Hasta ahora, se han aprobado 40 préstamos que este organismo otorga tras un desastre natural. Egipto, uno de los clientes frecuentes, busca un nuevo rescate tan solo nueve meses después de que retiró la última cuota de un préstamo pactado en 2016.
Desde enero, los inversores extranjeros han retirado alrededor de 100 mil millones de dólares en bonos y acciones de mercados emergentes, según el Instituto de Finanzas Internacionales. Esto representa más del triple de lo que obtuvieron durante un periodo equivalente al de la crisis financiera mundial.
¿Cuáles serían los países con más y menos afectaciones?
La sensación de pánico que ha dejado la pandemia de COVID-19 se refleja en la disminución de las salidas de capital y la caída en el rendimiento de los bonos de mercados emergentes.
Para The Economist, esta situación invita a una evaluación más discriminatoria de las finanzas de estas regiones en desarrollo, arrojando una lista de 66 naciones con cuatro indicadores de fortaleza financiera.
En este análisis, Rusia, Perú y Filipinas parecen relativamente fuertes. Cerca de 30 países están coqueteando con el colapso y cinco están en el abismo financiero.
Los efectos de la pandemia golpean a las economías emergentes de al menos tres formas: bloqueando a su población, dañando sus ganancias de exportación y disuadiendo al capital extranjero. Incluso si la pandemia termina en la segunda mitad del año, el producto interno bruto (PIB) de los países en desarrollo será 6.6 por ciento menor en 2020 de lo que el FMI calculó en octubre.
Con los bajos precios del petróleo, los exportadores del Golfo sufrirán un déficit de más del 3 por ciento del PIB. Cuando las exportaciones no alcanzan a las importaciones, los países suelen cerrar la brecha con préstamos del exterior, pero la reversión de las entradas de capital ha sido acompañada por mayores costos de endeudamiento.
Para enfrentar la crisis, las economías emergentes necesitan al menos 2.5 billones de dólares, ya sea de fuentes extranjeras o de sus propias reservas. El grupo de gobiernos del G20 ha dicho que se abstendrá de cobrar este año sus préstamos a los 77 países más pobres, aunque los prestatarios deberán compensar la diferencia más adelante.
Aunque ahora parece menos necesario un estancamiento de deuda de lo que se percibía hace dos semanas, esto puede reflejar un exceso de optimismo sobre el curso de la pandemia. No obstante, esta calma relativa también permite una mirada más exigente a las tensiones de los mercados emergentes. Mientras varios países tienen amplios déficits fiscales o externos; otros tienen deudas altas. En algunos, el eslabón débil es el Gobierno; en otros, el sector privado.
La clasificación de The Economist examina 66 economías en cuatro posibles fuentes de peligro: deuda pública, deuda externa (pública y privada), costos de los préstamos y sus pagos al exterior a partir de su stock de reservas de divisas. Cada uno de estos factores determinará el promedio de cada país para su posición general.
Los más fuertes como Corea del Sur y Taiwán están sobrecalificados por el papel de los mercados emergentes. Muchas economías grandes, incluidas Rusia y China, también parecen robustas. La mayoría de los países que obtienen malos puntajes en estos indicadores tienden a ser pequeños. Los últimos 30 representan solo el 11 por ciento del PIB del grupo y menos de una cuarta parte de su deuda externa y pública.
El ranking también muestra las marcadas diferencias y la escala de las debilidades potenciales. Países como Angola, Baréin e Irak tienen una deuda pública que superará el 100 por ciento del PIB este año, mientras que la mitad de las economías analizadas tendría deudas por debajo del 60 por ciento.
La crisis financiera asiática de 1997 puso en evidencia que las finanzas públicas sólidas no son suficientes para proteger una economía emergente si las empresas privadas solicitan grandes préstamos al exterior. La deuda pública de Mongolia parece manejable (menos del 70 por ciento del PIB), pero su deuda externa (pública y privada) es casi el doble del PIB.
El rendimiento de los bonos muestra qué tan costosos serán los préstamos extranjeros. Dieciséis de las economías del grupo deben ofrecer rendimientos de más del 10 por ciento en dólares existentes para encontrar compradores. Pero más de 20 tienen bonos en divisas que rinden menos del 4 por ciento.
En 2020, las economías estudiadas tendrán que echar mano de 4 billones de dólares para pagar su deuda externa y cubrir cualquier déficit de cuenta corriente, excepto China, cuya cifra es de 2.9 billones.
La mitad de estos países tiene suficientes reservas para cubrir todos sus pagos de deuda externa que vencen este año y cualquier déficit en cuenta corriente. El resto (incluidos 27 de los últimos 30) cuenta con un déficit de reserva combinado de aproximadamente 500 mil millones de dólares.
Los cálculos para el adeudo de reservas ignoran el riesgo de fuga de capitales cuando los propios ciudadanos deciden sacar su dinero del país, aunque también suponen que las naciones no atraerán ninguna inversión extranjera directa y no podrán transferir ninguna de sus deudas vencidas este año. En marzo, este escenario parecía demasiado plausible. Ahora se ve muy sombrío.
Con información de The Economist, Kyiv Post y Department of Finance
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